domingo, 4 de abril de 2021

Lucky Jo

Esto del sex-appeal ha ido cambiando un montón, desde luego, con el tiempo.

Ahora que veo se reivindican las películas de cine negro francés, como si tuvieran los oídos bien dispuestos para captar los aires del tiempo van y por TV5Monde pasaron ayer (y eso quiere decir que lo volverán a hacer pronto un par de veces más) “Lucky Jo” (aquí “Eddie el gángster), realizada en 1964 nada menos que por Michel Deville, aunque en la época (y ahora, tras verla, no cabe otra posibilidad) se identificaría como “una de Eddie Constantine”.
De Eddie Constantine por su sombrero que no se quita ni para dormir, su presencia y actuación ante las damas y, sobre todo, por varias tandas de bofetadas, unas peleas coreográficas de esas que los aficionados esperaban impacientemente en sus sesiones (con desperfectos en decorado a tutiplén).
Pero también se aprecia a Michel Deville, que convierte la película en una agradable comedia, por muy truculenta ristra de muertos que queden por el camino. Así, se distingue su agilidad en el montaje, con sus famosas transiciones entre planos, cambios bruscos de escenario, etc.
Lucky Jo se gana a pulso entre los cuatro amigos componentes de una banda (que comete espectaculares y siempre fracasados atracos) la fama de gafe. Y está divertido, con su cierto aroma de fatalidad y melancolía, ver cómo va dando cumplida cuenta de ello.
Entre las bromas de la película, no es la menor la que se trae con el señor comisario (Pierre Brasseur) y su bastante tontito hijo (¡Claude Brasseur, el hijo en la vida real del anterior!), en labores de aprendiz de lo mismo.


La plantilla de policías. En el centro, el comisario y su hijo (en la ficción y en la realidad).

Este Fiat-500 y este perro (seguramente una dama) son también bastante protagonistas en la sesión, que retrotraen a las de los programas dobles de los 60.

 

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