Llevo una semana de un sueco subido. Por Filmin acabo de ver “Involuntario” (2008), el largometraje que me faltaba de Ruben Östlund, ese director de cine nórdico que capta “cuadros” aparentemente dispersos (aunque poco a poco vemos que van trenzando unas historias) de observación de la vida moderna.
Suelen captar sus escenas -esos “cuadros”- o bien de muy lejos o bien de tan cerca que en ocasiones la acción de lo que oímos queda en off, porque los personajes han franqueado el marco escogido por la cámara, normalmente fijo.
Gente hablando de lugares comunes, banalidades ejecutadas con impresión de cosa excepcional, las acciones de Östlund en este “Involuntario” competen a todas las edades, pues todas ellas cometen sus correspondientes estupideces.
Comparan el cine de Östlund en la sinopsis de Filmin con el de su compatriota Roy Andersson. No tan hieráticos sus protagonistas y aparentemente no tan decantadamente ácido su punto de vista, es verdad que coinciden en su forma de narrar, a base de esos planos fijos en secuencias como cuentas de un rosario y, desde luego, en ofrecernos ambos un diagnóstico bastante demoledor de su sociedad. Que aunque sea la sueca en realidad es muy similar a la de por aquí.
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