“Es casi un documental de nosotros mismos”. Eso dice uno de los protagonistas de “Los Ilusos” (Jonás Trueba, 2013), hoy en el d’A de Barcelona. Y eso es lo que quiere decir que es, entre falsedad y realidad, la película.
Teresa ha salido diciendo que hemos pasado más de treinta años, y nosotros viendo las mismas películas de entonces, como las de su padre y amigos de entonces (“Ópera prima”), con sus mismas escenas en librerías, la calle, el apartamento,… Algo hay de eso, como de emulación casera de “La maman et la putain” (en la cama y el piso, en la forma de vestir, de vivir los encuentros). Pero también cosas de las películas de ahora mismo, con sus aspectos de meta-cine (los rodajes, pero también ese capítulo titulado “La muerte del cine”), su minúsculo presupuesto, el estar hecha de jirones deslavazados,...
Al estar hecha de jirones, de trozos, cada espectador puede quedarse con los que le gusten (a mí, en general, los divertidos, como los de Rebollo) y deshacerse de los que no les satisfagan (para mí los que se ponen trascendentes, como esa reunión con actuación musical en vivo en la casa, en la que todos aparecen con aire concienciado).
Y se puede guardar para la memoria que Jonás Trueba, aún negándola, ha rodado la escena de ese momento emocionante de una pareja durante su primera cita saliendo del cine, o esa otra hermosa imagen de la fugitiva, tras el cristal.
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