Mirando de imbuirme de cosas de Ozu para una pequeña presentación que me han solicitado, he dado, en un número de Cahiers du Cinéma de enero 94, con la transcripción de parte de un delicioso diario suyo, de cuando rondaba los treinta años. Transcribo, traduciendo como dios me da a entender, unas cuantas de sus frases, más allá de sus anotaciones de haber ido a ver films de Borzage o Lubitsch:
-Hay en el mundo dos tipos de mujeres: las que te dejan acercar fácilmente y las que te mantienen a distancia. Si debiera enamorarme, es muy probable que la elegida perteneciera a la segunda categoría. Reservada, ¡me dejaría la oportunidad de hacerme una buena opinión sobre ella! Yo no avanzaría mucho, es verdad, pero esas mujeres me encantan, y el refinamiento que se mezcla con sus maneras tampoco me disgusta… No tengo, desgraciadamente, el tiempo para atacar con el suficiente cuidado el problema. ¡El peligro que me acecha es el de finalmente contentarme con la primera que pase!
-Se escala la montaña sabiendo que luego habrá que volver a bajarla y se parte en viaje sabiendo que luego habrá que regresar, pero antes de volver al punto de salida, las vueltas y desvíos efectuados habrán hecho soñar y provocado gusto a la vida. A no es más que A. Lo esencial es el camino recorrido entre B y Z.
-Visto un film hablado de Shimizu. Las actrices sobreactúan, porque les debe parecer necesario, pero ¡qué vulgaridad! De todas maneras ¿podíamos esperar sutileza de un film rodado en dieciséis días?
-El día de mis treinta años se acerca. ¡Y envejece también en secreto mi amor! ¡Envejece también mi amor secreto!
(Yasujiro Ozu permaneció soltero toda su vida)
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