Una de las (pocas) cosas buenas que tiene la edad es que a quien la sufre ya no le importa nada hablar sin pelos en la lengua.
En este sentido, se nota mucho que Goffredo Fofi pescó a Mario Monicelli en un momento ejemplificador de esta etapa cuando conversó con él para el librito “Con il cinema non si scherza” (Cineteca di Bologna, 2011), que estoy leyendo. No es que se ponga a atacar con mala sangre. Simplemente comenta lo que pensaba de verdad y, así, por ejemplo, establece como quien no quiere la cosa unos retratos muy curiosos de una serie de directores de la época, de los que extraigo alguna frase definitoria:
-Gustav Machaty (que se ve que antes de ir a Estados Unidos se cuarteó un poco en la Italia fascista):
“A veces le cogía algo y gritaba: ‘¡Basta, cerrar todo, apagar todo!’ Y el teatro quedaba sumido en la oscuridad, toda la troupe y todos los presentes debíamos quedarnos quietos y en silencio en la oscuridad y él se sentaba en una silla, pero con los pies que no le tocaban al suelo, y se ponía a pensar, y quien sabe qué pensaba, hasta que después de algunos minutos -pero los minutos son largos en la oscuridad- hacia volver a encender las luces, había tenido la inspiración.”
-Mario Camerini:
“El pobrecito decía ‘Yo era antifascista’, y enseguida salía quien replicaba: ‘¡Sí, pero has hecho ‘Il grande apello!’ Hasta él, que había sido antiheroico y antiretórico siempre, que hacía historias de gente común y daba de la burguesía una visión crítica en films como ‘Il signor Max’.”
-Mario Soldati:
“Sobre todo era un literato. (…). Era un hombre muy divertido, un personaje curioso porque era un masoquista, le gustaba que le tratasen mal, que se burlaran de él, que las cosas le terminasen por acabar mal.”
-Alessandro Blasetti:
“Era tan perentorio…” (…) Con los autores no es que tuviera una técnica, sólo quería que hiciéramos exactamente como él decía, forzándolos sin tratar de entender cuál podría ser su aportación. Gritos, repeticiones treinta, cincuenta, sesenta veces la misma escena. Para los autores era una pesadilla.”
-Pietro Germi
“Germi hacía todo él solo, tratando a Blasetti y Zavattini, que habían escrito el guión (de ‘Il testimone’), con mucha amabilidad, pero queriéndolo hacer todo solo. (…) Tenía poquísimos amigos (…)”.
-Riccardo Freda:
“(Tenía un carácter difícil), pero también porque le gustaba mucho el dinero y quería hacer siempre películas muy grandes, importantes,…”
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