Veo que aun hay campando por ahí una generación anterior a la mía que tuvo al cine como punto de referencia fundamental y esa generación -que ahora ya sale poco- más la mía y algún ejemplar suelto de la siguiente (marcando ya los restos del naufragio) pareció que decidieron reunirse ayer en la Casa del Libro de la Rambla Catalunya.
La causa de la multitudinaria reunión (a la hora de la cita ya estaban todas las sillas ocupadas, bastantes de ellas por críticos de cine de diversas generaciones) era la presentación de un libro muy bonito, por su presentación física y por lo que desprende cada uno de sus capítulos: “Los cines de mi vida. Barcelona 1950-1970”, de Carlos Mir (con dos ediciones, en castellano y catalán, ambas de Editorial Comanegra).
Carlos Mir venía dispuesto, me dio la impresión, después de saludar efusivamente a media audiencia, a ofrecer juego, dispuesto, además de vender su libro -que lo va a hacer, creo yo, con celeridad-, a contestar cualquier pregunta que se le hiciera y hasta a dar espectáculo. Pero, visto el desarrollo del acto, diría que tuvo un fallo de concepto grande. Para la presentación escogió sentarse en el estrado con dos amigos que no es que no tuvieran méritos para ello, pero que rompían dos condiciones básicas para hacer fluida y recordable esa sesión en concreto: como se demostró ampliamente, existe entre ellos y Mir, además de alguna otra, una doble grieta evidente, la geográfica y la generacional.
Carlos Mir ha escrito un libro que es, a la vez, parte de su autobiografía, pero que viene presentada como una guía de “los cines de su vida”… centrándose únicamente en todo el periodo de su infancia y buena parte de su juventud. Xavier Marcet (a quien no conocía, pero se ve que acaba de ser nombrado concejal de Cultura del ayuntamiento barcelonés por Collboni) nació en 1961 y dijo haber nacido y crecido en L’Hospitalet, mientras que Salvador Llopart (actual crítico de La Vanguardia) nació en 1958 y dijo haber tenido su bautizo de cine, principalmente, por La Verneda. El primero habló de los once cines que se ve tenía L’Hospitalet… pero que Carlos Mir no había nunca pisado. Cuando Mir hablaba de los del orden de cuarenta cines de su vida de Barcelona (de entre más de 150 que tenía la ciudad) y las películas que había ido viendo en ellos… Xavier Marcel y Salvador Llopart miraban… sin comulgar con ninguna de sus sensaciones, puesto que las suyas fueron diferentes.
No fue eso inconveniente para que surgieran anécdotas interesantes, aunque espaciadas por silencios comprometedores. La primera de ellas surgió de Joan Sala, el editor (Comanegra), haciendo ver que estábamos en ese momento nada menos que en el Alcázar, uno de los mejores cines de Barcelona… ahora transformado en librería del Grupo Planeta. Y salió entonces a colación hasta Stanley Kubrick, porque escogió personalmente -según su costumbre- ese cine para el estreno en Barcelona de su “Barry Lindon”. El mismo Salvador Llopart aportó a continuación la famosa anécdota del estreno en el cine de “Waterworld”, una distopía sobre un mundo sumergido, con el efecto complementario de la inundación del cine debido a las pertinaces lluvias del momento.
Llopart destacó el detalle, del que Mir se sentía muy orgulloso, de que en vez de hablar de “las películas de su vida” (que también), en el libro lo hacía sobre todo de los cines donde las había visto proyectadas. Sugirió entonces su consideración de “templos”, a lo que Mir, raudo, contestó:
-¡Cierto! Los cines son templos, y los mini-cines, capillitas.
Ni los intentos de los dos presentadores oficiales por generar polémica sobre el eventual abandono o disfrute de las salas de cine en la actualidad, o sobre cómo recuperar el esplendor y relevancia de antaño, evitaron que la sesión se conjugara, mayoritariamente, en pasado.
Carlos Mir (del que se recordó su participación en el “Barcelona… i acció” de Betevé) señaló la evolución de su colocación en las salas desde su infancia (fila 15, pasillo central), pasando por su época de cinéfilo (quinta fila), hasta los últimos años (donde sea).
A la pregunta de por qué había acabado el periodo tratado en 1970 respondió drástico… y claro:
-Para que fuera autorizado para todos los públicos. Él siguiente será (con la salida del armario y demás) para mayores de 18 años.
Y también hubo tiempo para que cumpliera, eso sí, la petición efectuada para que seleccionara tres cines entre todos los de su vida:
-El Adriano (que, como estaba al lado de mi calle, era el que más frecuentaba: cada jueves), el Astoria (por razones sentimentales: mi madre rompió ahí aguas cuando me iba a tener), y el Windsor Palace (por su elegancia).
Alguien del público inicio una rueda de intervenciones, pero no fueron preguntas, sino recuerdos personales, cada uno rememorando el cine de su barrio. Pero no intervino, por ejemplo, su prima, de la que previamente Mir había explicado que fue la que le llevó a ver “Cantando bajo la lluvia”, mientras que él, de unos siete años, quería ir a ver “El experimento del Dr. Quatermans”. No acababa -relató- de estar convencido, porque cantaban y, además, nada menos que bajo la lluvia: ¡vaya idea!
En cualquier caso, historias de éstas seguirán guardando muchas nuestros cines para toda la vida. En el libro, muchas más.
Joan Sala -Comanegra- al inicio de la presentación.
Carlos Mir, deseoso de dar juego. En la primera fila, Romà Gubern. La primera intervención de Carlos Mir fue más o menos ésta: “Esteu tots! -els que sobreviviu-. Y luego destacó la presencia de Gubern, a sus 89 años, provocando dos extensas rachas de aplausos. A la segunda, Gubern agitó en agradecimiento sus dos brazos de una forma muy divertida, pero desgraciadamente no reaccioné a tiempo para inmortalizar el momento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario