viernes, 27 de octubre de 2023

FF Cinema

Una de las casitas del barrio, cuando te deja por ahí el autobús. La calle por donde van los coches es el Passeig de la Font d’en Fargues, que llevaba desde el Paseo Maragall hasta la fuente, que había sido un sitio muy famoso de reunión y tomar algo, pero se deterioró un montón. Me explicaron que ahora la van a restaurar.

La calle que mira hacia la Serra de Collcerola donde, esquina con el Passeig d’en Fargues, está el Casal.

Para llegar ayer al FF Cinema del Casal de la Font d’en Fargues hice ruta mediante dos autobuses. El segundo era el V23, que abordé en una parada junto a la entrada inferior del Hospital de Sant Pau. Su trayecto es estrambótico y espectacular. Sube bordeando el recinto del Hospital por la empinada calle Cartagena, luego parece que no quiere abandonarlo del todo y baja rodeándolo por arriba, para cruzar al final la Ronda del Guinardó y subir por una calle aún más empinada que la anterior, que le deja, ya con vistas del horizonte marino, en la Avenida de Montserrat.
Pero no debe estar bien ahí, porque al llegar a la plaza del Nen de la Rutlla (eso es, el parque ese con estatua de un niño que juega con un palo y un aro) abandona bruscamente la avenida para volver a subir, en esta ocasión bordeando el Parc del Guinardó, que es el que, en un extremo, contiene los búnkeres del Turó de la Rovira que ahora se han hecho famosos y atraen a cantidad de turistas.
Cuando las llamativas vistas del mar en un día tan esplendoroso como el de ayer desaparecen, surgen en continuidad todo de casas de muy buen ver y así, de sorpresa en sorpresa, llegas a cruzar el Passeig de la Font d’en Fargas, donde conviene apearse si realmente continuas empeñado en ir al Casal.
Me explicaron que el Casal ese lo costearon los propietarios de las fincas de veraneo del lugar, que tenían en él una cooperativa donde comprar a buen precio, una cantina y hasta un teatro.
Cuando el ayuntamiento democrático se hizo cargo del edificio, que ya llevaba mucho tiempo abandonado, y se puso a restaurarlo, casi se olvida, sólo pensando en el teatro, del cine, pero un grupo de aficionados, encabezados por el catedrático de Física Cuántica y Astrofísico Jordi Torra, hizo rectificar y pensar también en poner una pantalla, que es la que ahora utiliza el cine-club, regido por un entusiasta grupo de amantes del cine.
Pues ahí fui a llevar la sesión de esa joya que es “El extraño viaje” (Fernando Fernán Gómez, 1964) y ahí me quedé admirado de la organización y del éxito de la convocatoria. Asistieron unas setenta personas, que vi eran habituales y se saludaban entre sí. Y, de éstas, más de un 90% se quedaron al coloquio.
Hay cosas, como ésta, que te devuelven un cierto optimismo, ya casi totalmente olvidado por tantas circunstancias.

Nada más entrar en el auditorio, plas!, el escenario, con estas clásicas columnas de pega que le dan magnificencia y parece que les fastidian un poco los formatos panorámicos, pero ojalá no las quiten.

Y la grada para el público, que me explicaron se pliega como un acordeón, dejando la pista de baile expedita.

Desde el anfiteatro, la gente ya empezando a llegar para la sesión.

La vecina cantina.

La terraza que da a la esquina de calles mencionada.

Y su trozo de vistas hacia Collcerola, el día ya apagándose.
 

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