“Piccola posta” (Steno, 1955; en Prime Video) no pasará ni por asomo a las antologías del cine italiano, ni siquiera a las de comedias, pero su visión puede equilibrar un poco el atracón que me estoy dando de dramones neorrealistas llenos de personajes populares y de buen corazón.
No la recomiendo: Alberto Sordi no aparece hasta el Fine del Primo Tempo, estando de un histrión total, ni las peripecias cómicas que va mostrando toda la película tienen mucha más consistencia que las de un TBO. Pero aún así aparece un asilo de ancianas en unas escenas alejadas decenas de kilómetros de lo políticamente correcto -lo que, de tanto en tanto, es de agradecer- y ofrece este monólogo interior de la jovencita de la segunda imagen, tan lleno del ahora tan valorado metacine:
“Siento haber nacido para el cine. Creo tener todas las posibilidades artisticas:
-La comunicativa de Sofía Loren…
-La cualidad interpretativa de la Lollobrigida…
-Y todos los medios expresivos de Marilyn Monroe.”
Para cualquier aficionado será fácil adivinar qué tres partes del cuerpo va midiendo con una cinta métrica mientras va enumerando.
Steno (recuérdese: seudónimo de Stefano Vanzina) otorga al personaje de Sordi el nombre de Rodolfo Vanzino y da esta clarísima pista sobre las razones por las que se lanzó a firmar la película. Alguien dice de ese personaje:
-Tiene problemas con los impuestos
Y por ahí atrás otro comenta a su vecino:
-Le harán hacer un film…
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