Joan de Sagarra, captado en el documental en el Bauma.
No lo puedo evitar. No me gustan los locutores leyendo con cuidada dicción textos ajenos, por muy buenos que unos y/u otros sean. Eso lastra, según mi punto de vista, el documental que realizó Martí Rom para la monografía del Cineclub Associació d’Enginyers de 1995, dedicada a Joan de Sagarra. En su defensa: ¿qué podía hacer, sí el protagonista se negó a leer sus propios textos y sólo aceptó “interpretar” decir alguna que otra cosa “natural” ante la cámara?
He vuelto a ver ahora el documental (22 minutos, enlace abajo) y, pese a estar rodado en una Barcelona que ya se decía que había cambiado un montón, te quedas boquiabierto viendo que, con todos los problemas del mundo, aún se podía ver gente yendo a comprar buen pescado en el Mercado de la Boquería, quedar para una comida en el Casa Leopoldo o ir paseando y ver los titulares de los periódicos y revistas en los grandes kioscos de Las Ramblas.
Joan de Sagarra cuenta lo que ha explicado siempre -su vida- y, como era la época en que aún escribía su “La horma de mi sombrero” en El País, entre fragmentos de alguno de esos artículos y de otros del precursor “Las rumbas de Joan de Sagarra” se le va dando brochazos más o menos consistentes a su biografía.
Creo que mi colaboración se concentró esencialmente, al margen de lo habitual de distraer al personaje mientras se preparan los planos, pues es algo que se les suele hacer muy aburrido, en seleccionar los fragmentos musicales que subrayan alguna cosa o hacen eco de alguna otra. Hay dos o tres músicas, alguna conocida gracias a él, que me siguen emocionando y llegando mucho.
Recuerdo que le pasamos la película, antes de su presentación pública en la sede de los Ingenieros, en casa. Estuvo en el sofá mirando el televisor muy atento, imperturbable, mientras nosotros dos estábamos expectantes. Cuando acabó, se nos dirigió con una frase de esas despreciativa de las que suele emplear:
-És molt fàcil tot. Explico una cosa i sona “Je en regrette rien”! Està molt vist!
Supongo que tenia razón. Pero no puso ningún inconveniente a su pase en la sesión en Vía Laietana-39, a la que acudió acompañado de su familia directa. Allí se vio, además, con la otra familia que fue formando: Ya fallecido su tío Victor alba, asistieron su hermano mayor -José María Carandell-, hermano pequeño -Luis Permanyer- y no sé si su sobrino -Marcos Ordóñez-. En El País se enteraron que hacíamos esa sesión dedicada a su cronista mayor y enviaron a Sergi Pamies para que a su vez hiciera la correspondiente crónica. Pero me dio la impresión de que fue como obligado y no muy a gusto.
La portada del libro.
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