Viendo ayer en la Filmoteca “Hets” (“Tortura”, Alf Sjöberg, 1944), entiendo perfectamente la impresión que me causó muchísimos años antes, pescada en el televisor de casa de mis padres, gracias -una vez más- a un ciclo del cine-club de la segunda cadena, creo que dedicado a Ingmar Bergman, que fue su guionista.
Un estudiante muy idealista sufriendo la presión de un profesor despótico, un padre que desatiende otra cosa que no sea el recto proceder obligado para progresar económicamente, la posibilidad de una relación con una chica que se convierte casi en salvación de la misma…, y todo rodado en un blanco y negro que potencia las sombras (rejas y rejillas proyectadas en paredes interiores) y los claroscuros, con escaleras marcadas por las sombras a lo Rodchenko y unos movimientos de cámara que potencian las sensaciones. La identificación estaba servida.
Las escenas iniciales me siguen pareciendo magníficas. El primer plano es uno cenital, sobre un terreno en el que se ve avanzar a un niño, que pronto sabemos llega tarde. Entra temeroso en la escuela, a un espacio con una imponente escalera de madera de varios tramos, que dará mucho juego durante todo el film. Un vigilante escolar lo observa desde el piso superior. El poder, vigilante y opresivo.
Esta primera secuencia conjuga con otra inmediatamente posterior, también en la escuela, pero con alumnos más mayores. Nos encontramos en un anfiteatro. La visión vuelve a ser -espectacular- desde arriba y, en el semicírculo del anfiteatro se distinguen las cabezas gachas de los alumnos, que atienden a un sermón. Otra muestra de cómo sojuzga el poder escolar, la educación. La salida de los alumnos del teatro es controlada por el vigilante, que actúa como si se tratase de un oficial de las SS.
Tras estas introducciones, entramos en la clase del protagonista y, gracias a una cámara desplazada en continuos travellings, también vemos al antagonista, un sádico profesor al que apodan Calígula. No sé si en ésta o en otra escena posterior similar, en la clase reina un silencio opresor, llueve fuera y el agua de la lluvia desciende por los vidrios de las ventanas de la clase y suponiendo otra barrera al escape ni que fuera visual.
Pronto veremos que la película avanza hacia una historia sobre una preocupación muy actual, como es el abuso de género por parte de un tío absolutamente tóxico.
Veo la sombra de Bergman, entonces veinteañero, en esa pareja joven que se lanza, al margen de las imposiciones sociales, a una vida muy difícil (por ahí piensas bastante en el verano de Mònica), o hasta en la gorra del chico protagonista, pero la verdad es que la segunda parte de la película y toda la resolución del conflicto, lejos de su sombra, con una coda final vigorizante que parece impuesta, me hacen que la película pierda varios enteros de los muchos ganados limpiamente.
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