jueves, 29 de diciembre de 2022

Elle a passé tant d'heures sous les sunlights...



“Elle a passé tant d'heures sous les sunlights...” (1985, anoche en la Filmoteca) es de la época en que Philippe Garrel se enfrentaba con el cine en solitario, sin el equipo de guionistas con el que ha trabajado en todas sus últimas películas. Eso ocasiona huidas a media sesión y comentarios despectivos al final de la sesión, que reconozcamos siembra el desconcierto al más pintado.
Un desconcierto que no tiene por qué estar reñido con la admiración por cómo con elementos de lo más simples provoca fuertes emociones. En este sentido, ver la película en una pantalla grande como la de la Sala Chomón le aporta buena parte de su seducción (a los que se dejan seducir por ella).
El film es claramente cine dentro del cine, pues Garrel se dirige a sí mismo dirigiendo un film en el que un actor que hace de director prepara un film. Un film que, como en casi todo Garrel y especialmente en esa época, evoca las experiencias personalmente vividas por él mismo. Ahí están la heroína, los suicidios, las separaciones traumáticas… y el nacimiento de un hijo para testimoniarlo.
También deberíamos hablar de la gramática del film, si es que sigue realmente alguna. Asistir a casi todo su metraje resulta similar a ver la sucesión de ‘rushes’ de un rodaje, con sus repeticiones, inicios y finales, tiradas enteras de cinta (Garrel: blanco y negro) que en una película definitiva suelen desecharse.
Hay primeros planos de una intensidad impresionante, y entre ellos sería de justicia destacar los de Mireille Perrier evocando directamente el rostro de Falconetti en “La pasión de Juana de Arco”.
En ciertos momentos no se oyen los -por otra parte escuetos y escasos- diálogos, como si se hubiera retirado de golpe la banda de sonido, un único rumor de la cámara en funcionamiento ofreciendo entonces tensión. Lo persuasivo que puede resultar un plano con estas características…
Aparecen Anne Wiazemsky y un más bien contenido, sólo como si pasase por ahí Lou Castel, en contraste con la inmersión a fondo de Jacques Bonnaffé. Se hacen referencias a Godard, Eustache, Akerman y Doillon, que aparece por el final del film como atendiendo a un Garrel que dirías le pide consejo. En un momento dado se oye a Nico -seguramente el modelo real del “argumento” del film- cantando una de sus canciones.
También por el final, aparece un plano fijo con una fotografía de Philippe Garrel con su hijo, para eliminar cualquier duda.





 

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