Espectadores que acudieron a la ejecución pública de los cuatro condenados por el asesinato del presidente Reyes.
Otra fotografía de una de las ráfagas del fusilamiento
Única escena que se conserva de la película sobre el asesinato del presidente Uribe Uribe.
Dice cosas de sumo interés “Pirotecnia” (Federico Atehortúa Arteaga, 2019) sobre el efecto de la representación en imágenes y sus peligros.
Una primera deducción que cualquier espectador puede elaborar es que la historia del cine colombiano está íntimamente ligada con la representación de la violencia que, como sabemos, desgraciadamente atraviesa la historia del país.
En 1906, nos cuenta en el film el director, se tomó la decisión de efectuar una ejecución pública, en la que se iba a fusilar a los cuatros condenados por el asesinato de Rafael Reyes, el entonces presidente colombiano. Para hacer llegar aún a más gente el acontecimiento, se efectuó un reportaje gráfico, mediante fotografías, de la ejecución (al mismo pertenecen las dos primeras fotos que cuelgo). Fue tal el éxito de la iniciativa, que se quiso completar el reportaje haciendo una reproducción de los hechos previos (el asalto y asesinato del presidente) y fotografiarlos (foto 3). El conjunto de fotografías, en las que sólo un pequeño porcentaje correspondían a los hechos en sí, y no a su representación, es considerado como la primera historia “cinematográfica” de Colombia.
También narra el director que el primer largometraje colombiano hablaba del asesinato de otro presidente, Uribe Uribe. Pero eso de que apareciera la imagen del presidente muerto y que se diera papeles en el film a los propios asesinos, no sentó nada bien, y la película fue prohibida y destruida.
Estudiante de la Universidad Pompeu Fabra, Atehortúa inició un proyecto sobre el origen del cine colombiano cuando, cuenta también al inicio del film, le sobrevino un accidente de salud a su madre, por el que se quedó sin habla. Eso le llevó a convivir con su madre, rescató películas familiares antiguas y encontró ahí -sigue explicando- una relación entre su historia familiar y la del país que le hizo dar un giro grande al proyecto.
La relación surge en la representación que él y otros niños, filmados por su madre, hacen del origen de las FARC y del surrealista método militar para saber si un campesino era o no guerrillero: le obligaban a vestir con sus uniformes. Una práctica que, se sabe, continuó en el tiempo: la de vestir los cadáveres de jóvenes que habían hecho desaparecer y matado y filmar su encuentro como si fueran víctimas del éxito militar habido. Falsos positivos, es el nombre que reciben esos casos, numerosísimos.
Por estos derroteros, que llevan a la sensación de vivir en un país en que se admite más la falsa representación de la realidad que la misma realidad, transcurre toda la película, que habría sido de gran interés ya sólo con denunciar ese hecho. Es más: personalmente no sé si el corte familiar, que Atehortúa -y la misma Mariana Freijomil, presentadora de la sesión- ven como germen y esencia de todo el film, no obedece más bien únicamente a la búsqueda de una capa superior de riqueza a su proyecto cinematográfico.
Con “Pirotecnia” (titulo que rebela el artificio, que se prefiere al fuego real), acabó ayer la “Setmana de cinema colombià”, presentada en la Filmoteca. Una oportunidad excepcional para ver films nuevos, coherentemente seleccionados de entre la producción reciente del país, que nos ha aportado muchos elementos de conocimiento del mismo. Ojalá tenga continuidad en años sucesivos.
María Luna -co-organizadora de la Setmana- y Mariana Freijomil, durante la presentación de la sesión.
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