Enterarse, por ejemplo, de que el hombre desquiciado por los celos de “Él” (Luis Buñuel) estaba sacado, en buena medida, del marido de Conchita Buñuel, la hermana del director. O hasta que las corridas de toros fueron ya prohibidas por la República y restauradas en 1939. Pero también conocer la visión de un extranjero sobre lo que conocía, va descubriendo y luego cuenta sobre sus experiencias en España. Un par de ejemplos de esto ultimo, sin meternos en las honduras del carácter por las que suele transitar: Su confesado placer aprendiendo “palabras complicadas como berenjena, mantequilla, amanecer o melocotón”. O su descubrimiento de que las trufas negras en conserva españolas son mejores y más baratas que las francesas, por lo que en cada viaje por aquí volvía a su casa con unos cuantos botes.
Esas serían piezas a colocar en el plato positivo de la balanza de este “Para matar el recuerdo. Memorias españolas”, de Jean-Claude Carrière al que, visto en una biblioteca, me llevé para casa y le hice una cuña para su lectura.
En el plato negativo, su versión de algunos chistes muy oídos y en bastantes ocasiones algo tergiversados o la cantidad de errores que se le descubren en lo que explica, que un buen editor (español) le podría haber hecho ver para su corrección.
Pero quizás eso último está bien, puesto que lo que se quiere conocer en un libro de memorias españolas de un foráneo posiblemente sea eso, su visión, por muy equivocada que resulte ésta. Y doblemente gracioso si su intención era deshacer los tópicos con los que se conceptuaba siempre desde Francia a los españoles.
El libro, además, sirve para darle otra vuelta de tuerca a los recuerdos de sus trabajos durante veinte años con Buñuel, que son los que ocupan la mayor proporción de sus páginas.
Aunque ya se lo había oído decir por otro lado, me he vuelto a reír de lo lindo con la anécdota que le contó Geraldine Chaplin, de cuando era la mujer de Carlos Saura y, paseando los dos, se cruzaron con unos que dieron síntomas de haberla conocido:
-Mira, es la hija del Gordo y el Flaco -oyeron.
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