Una tricoteuse recoge en su delantal la cabeza, aún con pipa, del barón ejecutado. Eso dará pie a la aparición, real o figurada, de la cabeza en la época actual...
La hija del capo uniformado se cruza con uno de los ladronzuelos, que se enamora perdidamente de ella.
Una aristócrata, envejecida, pero que acoge y apoya, como nuestra “duquesa roja”, a los más desfavorecidos.
Siempre he dicho que una retrospectiva Iosseliani sería una de las mejores que podría organizar la Filmoteca. No sé si para poder contar con su presencia el coronavirus o lo que sea habrá ya hecho mella en él, pues es un hombre de 86 años, pero en 2016 al menos mostraba tan buenas facultades como para hacer una película tan compleja como ésta “Chant d’hiver” que colgó ayer Mubi.
Por aquí se estrenaron sus “Adieu, plancher de vaches” (1999) y “Lundi matin” (2002), pero luego al menos yo, con unas ganas terribles de seguir viendo sus películas tras esas dos, que me entusiasmaron, perdí su pista.
Suelo relacionar el cine de Otar Iosselliani con el más complejo de Jacques Tati, porque esas dos obras corales, de construcción laboriosa a base de planos secuencia planificados de forma milimétrica, en la que parece que todo un ejército de personajes, en un continuo ballet, van encadenando sus actividades a medida que la cámara da con ellos, me lleva a ciertas escenas de “Playtime” o “Traffic”.
Los planos secuencia están también muy presentes en este “Chant d’hiver”, y son posiblemente lo que más resulta de la cinta, que mentiría si no dijera que desconcierta en grado superlativo.
Se inicia la película durante la revolución francesa, con una ejecución de un barón en la guillotina ante un selecto público de mujeres haciendo calceta, para seguir tras el título, en un buen salto, con unas vertiginosas escenas de lo que parece alguna reciente guerra del Este, en la que está presente el más bestial saqueo. Es en este trozo donde todo ese mecanismo de los planos secuencias es más admirable. Pero luego, tras otro salto espectacular, estamos ante venga extrañas escenas de “la actualidad”, ambientadas en París, con la única aparente ligazón con las anteriores de que surgen unos mismos actores, como dando continuidad a los personajes a través del tiempo.
Aristócratas venidos a menos o aún con un gran poder material, vagabundos, un curioso grupo de perros, dinámicos ladronzuelos que actúan combinados como nos enseñaron en “Pickpocket” que debían actuar para ser productivos, se suceden, con un repelente contra-personaje uniformado (mismo actor que el del verdugo inicial) que viene a ser encarnación de un corrupto y despótico, llevado a la bufonada, poder.
No entendí nada, pero sí constaté, divertido, las tundas que daba Iosseliani a unos cuantos personajes y manejos muy del orden del día.
Parece realmente ambientada toda ella en invierno, pero me da que el título puede también indicar que la humanidad se halla, ciertamente, de forma ganada a pulso, en un cierto estado invernal, y este extraño, para mí casi indescifrable, film (eran mucho más claras esas otras dos películas citadas, y no digamos otras anteriores), podría ser la flor, el canto que, pese a todo, aún produce.
El desalojo de un asentamiento.
Dos fundamentales personajes, por muy erráticos que resultarán para mí cabeza, del film.
Dos del equipo de ladronzuelas, siempre a la carrera (por sus pies, en patines, en bici) y en pareja.
Y falta el más pequeñajo de atrás, más potragónico incluso.
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