No cabe duda de que André Cayatte, que había estudiado Derecho, se perdía por los temas judiciales y de dilemas morales asociados, o al menos hizo todo lo posible por dar esa impresión en casi toda su filmografía. Recuerdo haber visto en el Alexis una curiosa película doble (es decir, dos sesiones, dos entradas), “La vie conjugale” (1964), que mostraba(n) una misma historia, la de una pareja, explicada en una por ella y en la otra por él. En los papelitos que se distribuían para ambas sesiones recalcaban que se había de ver las dos (negocio obliga...) e incitaba al público a después dictaminar quién de los dos era más creíble en su presentación de los hechos.
Por TV5Monde pasan “Justice est faite” (1950) y amplía el dilema a los siete miembros de un jurado popular, que deben decidir sobre un caso nada menos que de eutanasia. Ganas de que los espectadores escojan y discutan su postura personal en la polémica.
Sus personajes están firmemente caracterizados, sin sombras, desde el primer momento (el ex-militar de ideas “de orden” que, para hacer su juramento al inicio del juicio, extiende el brazo tal haciendo un saludo que dirías nazi; la dama que lo iba a hacer con un guante que explica su clase, el tolerante, el bufón que se crece ante la responsabilidad que le ofrece la ocasión, etc).
La forma de realizar de Cayatte es de esas sobre las que despotricaron de lo lindo los jóvenes turcos de la crítica que luego formaron la Nouvelle Vague: utilización de decorados montados en estudios, preponderancia del guión, planos de detalle para cerrar la escena, descaradas aproximaciones de cámara hasta enormes primeros planos de las caras de los personajes cuando se disponen a soltar una frase de peso.
Ésta es de 1950, pero es que cuando hizo “La vie conjugale” la NV ya había dado una buena sacudida a la forma de hacer cine. Esta última película se pasaba en el mismo cine que programaba “La peau douce” o “À bout de souffle” -la vista anoche no creo que se pasara en la nacional/católica España- y aún así creo que recordar que tuvo -tuvieron- un éxito notable. Los métodos efectistas de Cayatte, con todas sus estudiadas trampas, lograban su propósito, mostrando la debilidad de las revoluciones cinematográficas a las que damos tanta importancia.
Me he quedado a verla hasta el final porque quería ver cómo se resolvía en un jurado un caso de eutanasia en una fecha tan temprana como 1950, pero a mí, la verdad, me resulta mucho más atractivo, en vez del acartonamiento de los personajes, todos dibujados de una pieza, de Cayatte, los entornos y los personajes más libres, sin tanta atadura de guión, tan forzada, de -por no poner a ninguno de los nombres más repetidos de la NV, por ejemplo, un Rozier. Me da la impresión de que se respire con ellos más vida.
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