Alguna cosa ya la había visto en alguna de sus otras conferencias a las que ido acudiendo, pero el trayecto es siempre, para los aficionados a los trenes, agradable.
Ayer Jordi Font-Agustí debía ofrecer uno de los últimos actos culturales previo el cerrojazo que para estas cosas suponen las fiestas navideñas. En la sede de los ingenieros hablaba de novela negra y del cine negro con ambiente ferroviario.
Hizo un repaso más o menos cronológico, aparecieron las cinco adaptaciones de “La bestia humana” de Zola, los Hitchcock y Patricia Highsmith, las cuatro novelas ferroviarias de Ágata Christie y sus inacabables versiones cinematográficas, el Tren Azul que llevaba a sus aristocráticos pasajeros hasta el Mediterraneo... y todo lo que tuviera que aparecer.
Cómo era una sesión para un grupo bastante frikie, aficionado hasta el delirio a la cosa ferroviaria, se entretuvieron hablando de algún que otro detalle técnico, salieron bastantes nombres rarísimos -con muchos números- de locomotoras y se divirtieron de lo lindo con los fallos de representación que ofrecían las escenas de películas que pasó.
Pero también hubo ocasión para una visión a vuelapluma como la nuestra, picoteando un poco por aquí y otro poco por allá, y captando la idea de que, al menos en lo que a novela y cine negro se refiere -otro caso sería el cercano mundo de los espías-, no se ha seguido la evolución de la técnica hasta nuestros días. De hacerse algo -muy poco- con este tema, suele enfocarse en el revival nostálgico, con el tren de vapor en la mayor parte de los casos.
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