Hubo un tiempo en el que el cine estaba en primer plano. Grandes cineastas, de reconocido prestigio cultural, presentaban sus películas, la noticia aparecía en los periódicos y saltaba de boca en boca en las conversaciones. La expectación por ver qué había dicho uno u otro de esos realizadores en su película y cómo lo había dicho era enorme, porque se contaba con ellos para conocer de más cerca unos hechos, unas posturas, unos planteamientos sociales o estéticos que, sin duda, enriquecían a sus espectadores y entraban a formar parte de su base de conocimiento y discusión.
Marco Bellocchio era uno de esos directores de cine de referencia y, a sus ochenta años, sigue considerando el cine como su medio de expresión, de acercamiento a los espectadores, a los que orienta ese gran espejo que puede ser el cine para que se vean reflejados, piensen, extraigan conclusiones. Viendo la magnífica “Il traditore” (2019), recuperas las ganas de ir al cine, reconociéndolo como un medio fantástico de formación... y placer.
Todo el mundo, a estas alturas, ya sabrá que “El traidor” repasa una historia reciente de la Mafia -o, admitiendo la corrección efectuada por Buscetta, el protagonista, la Cosa Nostra-, y que con su apunte certero, mucho más cercano, menos peliculero, muchos dicen que supera a “El irlandés”, otra película de tema similar que está teniendo mucho éxito y haciendo hablar de ella.
No entraré a describir ni valorar en detalle la película. Solo diré que resulta, en mi opinión, valiosa, de esas que hacen importante que siga existiendo ese espectáculo colectivo que es el cine. Que conviene ir a verla, sentirse tensionado, a veces aludido, en otras sobresaltado, siempre informado por ella. Y que a la salida se puede entablar una conversación sobre lo que sabíamos del tema y nos ha hecho recordar, sobre las sensaciones que nos ha trasmitido.
Y también diré que Bellochio convence y se muestra hábil para atraer nuestra atención y, en muchos momentos, obtener nuestra identificación en ciertas escenas. Porque, como demuestra una que todos los mínimamente conocedores de la historia estaban esperando, nos hace vivir los acontecimientos, literalmente, desde dentro.
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