miércoles, 11 de diciembre de 2019

Eugènia Balcells en Flux 2019

Abad, Balcells, Guimerais, presentados antes de la proyección de sus autorretratos en la sala.
Ayer se inauguró en el Arts Santa Mònica el Flux, Festival de vídeo de autor, cuya organizadora señaló que cumplía ya 20años. (En el catálogo habla de XIV edición, por lo que debe haber un cambio de nombre o algo así por el medio). Estará ahí dando guerra hasta el 5 de enero. Ya habrá tiempo, pues, al margen de acudir a algún otro de los actos planificados, de entretenerse con las piezas presentadas, porque ya se sabe que el día de la inauguración no es el más apropiado para estas cosas. Ayer solo entré, saludé a las dos artistas que conozco personalmente y me fui.
Abad fija y descubre el nombre de Char en su pieza.
Pero entre ambas acciones acudí a la presentación de tres autorrtratos encargados por el festival a tres artistas.
Como, con mucha razón, mi vecina de butaca me pidió que apagara la tableta, no pude hacer una fotografía de Eugenia Balcells, con su esfera/espejo, evolucionando por NY, y cuelgo aquí una foto (obtenida por la red) de una obra anterior suya.
El primero era “Autorretrat. El grill de Delfià” (5 minutos), del veterano Francesc Abad, quien se encargó de recalcar que él no hace vídeo de artista. Que lo que únicamente ha hecho en este formato han sido pequeños apuntes, pequeños documentales. Como explicó después, éste en concreto es la filmación de una acción, consistente en colocar unas palabras en un muro (él se encarga de pegar el nombre de René Char...), a la luz del crepúsculo. Pero también vocaliza una serie de nombres, de precariedad a cultura, que posiblemente puedan ayudar a pintar el autorretrato solicitado.
Y una esfera/espejo obtenida de la página de Amazón u otro sitio de venta. Sólo falta imaginarse una empuñadura adherida, la mano de Eugènia Balcells sosteniéndola y aspectos del Nueva York recorrido alrededor y reflejados, envolviendo el rostro de la artista.
Por su parte, Eugenia Balcells, demostrando en sus inervenciones que se había metido en el cuerpo (sigue siendo cierto aquello de que parece mucho más joven que lo que dice su año de nacimiento) un reconfortante chute de buen humor, explicó la génesis de su “Selfportrait” (7.25 min). No sabía cómo responder a las peticiones de obra recibidas, hasta que dio con una esfera de espejos, sumamente frágil, que conservaba. Se instaló en su frente una mini-cámara y se fue a recorrer, esfera/espejo en mano, como haciéndose un continuo selfie, su Nueva York. Aparecen entonces en el vídeo calles con taxis amarillos, eterna imagen de la ciudad, pero también escenas grabadas en la NY Public Library o en el Museo de Historia Natural. Al finalizar la proyección comentó su eterno enamoramiento de una ciudad en la que prima la libertad y acabó, poética, citando a Walt Whitman, explicando que mostrándose a sí misma, muestra a todos y todo lo demás (mis células son tus células...).
El -buen- catálogo de la muestra, en el caso de Eugènia Balcells con una larga y precisa biografía artística escrita por Juanito Bufill, compañero de su grupo barcelonés en el inicio de este tipo de trabajos, entonces con Super 8.
Por sus declaraciones, por cierto, nos enteramos de que ha vendido su casa de Nueva York (una pionera del barrio artístico de moda, junto al puente de Williamsburg), que será la sede de su misteriosa, a seguir atentamente, fundación.
Francesc Abad, quien dice haber dejado la ciudad -sin dejarla nunca- para ir a trabajar al campo, con mayor tranquilidad, presentando su trabajo. Explicó que se reencontraba con Eugènia Balcells tras 40 años. Aunque yo creo que hace más que coincidieron por Nueva York...
Eugènia Balcells -júzguese: nacida en 1943- en su taburete haciendo lo propio.
Finalmente Ramon Guimaraes hizo una presentación modesta, que le honra, sólo señalando lo emocionado que estaba de compartir sesión con los dos artistas catalanes a quienes más admiraba cuando empezó a estudiar en la Universidad. Visto su trabajo, el más largo de los tres (12.49 min) parece haber gustado a todo el mundo... salvo -lo siento- a mi. Se nota hecho con dominio del medio y eso lo diferenciaría (únicamente), a mi modo de ver, de ciertas experiencias de cine amateur “autoral” de los años 70. En este sentido, yo diría que se da de patadas, marcando con ellos un abismo, con los otros dos trabajos que, siendo también muy diferentes entre sí, juegan, yo diría, en otra galaxia. Su trabajo de transformismo ya lo hizo en su día -sin necesidad de tanta apuesta actoral ni parodia standard- con una muy superior elegancia y gracia, Carles Santos en su “La re mi la” (1979)...
El curioso techo de la sala del segundo piso del Arts Santa Mònica.

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