Pues porque resulta que no era verdad lo que decía el programa de la Filmoteca y “Días de juventud” ni es el primer largometraje de Ozu ni es de 1923 (en el mismo film se señala que es de 1929). Si realmente lo hubiera sido, eso habría dado paso a una constatación impresionante, porque su primera imagen sería la primera de toda la obra de Yasujiro Ozu, y resulta que es nada menos que una estación de tren.
Pero el plano es, en realidad, más largo. Esa imagen en plano general de una estación de tren forma parte de una panorámica que a continuación recoge el edificio de la Universidad de Tokio, para concluir mostrando el exterior de unas casas tradicionales japonesas. Mira por dónde las estaciones o vías del paso de trenes por la ciudad, la Universidad (para sus obras tempranas en imagen, luego sólo nombrada) y las casas tradicionales de planta y piso (nunca ya vistas como aquí desde su exterior) son tres de los espacios más recurrentes de toda la obra posterior de Ozu.
No hay que buscar pese a ello en “Días de juventud” la depuración de los últimos Ozu. Se trata de una amable y sencilla comedia (sin sus planos habituales posteriores, con el off jugando un papel esencial), en la que dos estudiantes de los menos brillantes se disputan los favores de una chica que, sorprendentemente, cambia su vestimenta de lo más tradicional en la ciudad por el más moderno equipo en la estación de sky.
Vi al principio, emocionado, en una pared de la habitación del estudiante, medio oculto, un hermoso cartel de “El 7o cielo” (Franz Borzage, 1927) y corrí a anotarlo en mi libretita, pero luego resulta que aparece, destacado, en tres o cuatro escenas más. Pese a ello, no se trata en rigor de una comedia romántica, sino más bien -como sí decía la nota de la Filmoteca- de un homenaje a la comedia norteamericana (esas gafas a lo Harold Lloyd de uno de los estudiantes, cierto atrezzo,...), a la que yo añadiría, por alguna escena con nieve, unas notas del Boris Barnet de “La muchacha de la caja de sombreros” (1927).
No estaría de acuerdo en absoluto, desde luego, en denigrar el guión de la película, que conceptué, al finalizar, como deliciosa. Ozu debía estar cuando co_escribió su guión y la rodó alrededor de sus 25 años, pero se muestra como un auténtico veterano de la vida. Hay un momento en ella en el que el estudiante con gafas de Harold Lloyd emprende un melancólico baile, conocedor de que el amor de la chica se le escapa, pero es que toda la parte final muestra una melancólica visión de la vida, posiblemente acentuada por la extraordinaria composición que Anahit Simonian compuso e interpretó ayer en directo en el piano de la sala Laya de la Filmoteca para acompañarla.
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