domingo, 22 de diciembre de 2019

Plácido


“(...) Caridad, denuncia, alegato realista. Todo esto son nada más que los pretextos superficiales de uno de los films más originales y profundos que se han hecho sobre el vacío, la frustración y la inexpresividad que reposa bajo la incontinencia verborrea de los hombres reprimidos de España. La película es una cascada de palabras, una sucesión febril de conversaciones entre tipos que no se dicen nada, absolutamente nada, los unos a los otros. Jamás el silencio se expuso con tanto ruido.
(...) En ‘Plácido’ nadie hace caso a nadie; nadie oye a nadie; nadie habla con nadie. Y todo el mundo aparenta hacerse caso, oírse, hablarse. La imagen que Berlanga de de un ‘grupo’ es literalmente desoladora.
(...) La multitud que protagoniza ‘Plácido’ es una suma de intenciones que nada tienen que ver entre sí. Toda reunión programada es una farsa, una impostura. Nadie está de acuerdo con nadie. Pero, unidos esos desacuerdos, observen un perfecto orden, que probablemente es un orden social instintivo, que Berlanga somete a una reducción sistemática al ridículo. La comicidad está en la propia naturaleza de la relación humana, que es, ante todo, una forma plural de frustración y de soledad.
(...) La multitud es, no obstante, asombrosamente compacta en sus desplazamientos. Nadie se conoce recíprocamente: ningún lazo les une. Pero todos van juntos a todas partes, como si una fuerza de gravitación les amarrara los unos a los otros. Da la impresión de que ‘el grupo’ tiene vida propia e incluso entidad física propia.
(...) El grupo, el ‘bicho’,come, orina, roba, reza el rosario, despotrica, se disgrega, vuelve a recomponerse, comercia, vende, subasta, contrae matrimonio, se muere, se pelea. Al final, casi como un ‘mensaje’, un soldado, centinela de cuartel, grita el protocolario -y como protocolario también ridículo- ‘quién vive’ a un muerto. Un broche de oro para esta orgía de la inanidad y de la insensatez que componen una treintena de españoles de 1960, que pretenden -y hacen así el más asombroso de los vacíos- tener un día de empresa común, de vida colectiva.”
Todo esto y algo más de Ángel Fernández Santos publicaron el sábado 31 de julio de 1976 en el número 170 de Cuadernos para el Diálogo y recuerdo haberlo leído yo también en una sesión de cine-club esos mismos años 70.
El otro día reproduje por aquí una frase que oí a Manuel Vincent sobre la última época de Rafael Azcona, guionista, precisamente, de “Plácido”, que tuve la oportunidad de ver de nuevo, en sesión colectiva, ayer: “El mundo de Rafael Azcona ya no era el mundo de Rafael Azcona”, es decir, que había cambiado.
Releyendo ahora todo este tratado que escribió Fernández Santos me doy cuenta que quizás este mundo había cambiado, sí, pero sólo en su superficie, no en lo más profundo, pues ahí, me da la impresión, permanece.

No hay comentarios:

Publicar un comentario