sábado, 4 de agosto de 2018

Memoria de Ingmar Bergman

De una de las entrevistas que salen con Bergman.
La otra película de la estupenda sesión doble de ayer (que volverá a pasarse el domingo) fue "Memoria de Ingmar Bergman" (Jörn Donner, 2018). Un punto de interés sensacional del documental es que Donner incluye en él trozos de dos entrevistas con Bergman descartados en su momento, cuando iban destinados a dos programas de entrevistas para la televisión (Arte una de ellas) que se emitieron sin ellos. Esos trozos te hacen exclamar que si esos son los descartes, ¡qué maravillas no debieran ser las partes seleccionadas!
En las entrevistas Bergman habla, de una forma magnífica, sobre las fuertes experiencias sensoriales de la infancia, sus trabajos y descubrimientos infantiles con marionetas, del cambio radical habido entre "Como un espejo" y "Los comulgantes" reflejo de su cambio de creencias personal, la razón última que ha descubierto sobre el por qué hacía cine o teatro (querer contactar con la gente), el aprovechamiento de los acontecimientos personales en sus películas ("Es como si tuviese una grabadora detrás mío continuamente"), su amor por los actores o hasta de sus experiencias durante el servicio militar.
Donner ante la iglesia de Faro, en el recinto donde está la sepultura de Ingmar Bergman. "Apartada en un rincón por decisión de Bergman para que no estorben los turistas que, muy numerosos, se acercan a verla".

Pero al margen de la gozada que es poder oír a un Bergman explicándose y en vena, el documental me ha interesado también por cómo está planteado por su realizador, el finlandés (pero que ha trabajado mucho en la industria cinematográfica sueca) Jörn Donner. Ya mayor, con problemas respiratorios, Donner ha visto claramente que él debía salir delante de la cámara, porque lo que tenía que decir era algo realmente personal. Habla a la cámara o es su voz la que narra, siempre en un tono personal, aunque no siempre sea para dejar bien al director sueco, con el que confiesa haber llegado en algún momento casi a las manos.
Donner aparece delante de la cámara sin ocultar su edad ni sus limitadas condiciones físicas. En una ocasión aparece, como un vagabundo desfondado, sentado en el suelo, apoyado en la fachada de una casa. Entonces se levanta y renqueante se dirige hacia el mar. Ha hecho lo que él mismo ha dicho que era un viaje sentimental a la isla de Faro y tras responderse algo dubitativo que sí, traspasa a los espectadores la pregunta de si ha valido la pena hacerlo.
Jörn Donner, hablando de sí mismo. "Mi profesor me decía: Nunca serás como Bergman".
Seguramente por limitaciones presupuestarias, una nube cruza inesperadamente siempre los exteriores escogidos por Donner, apareciendo o no él en el plano. Puede quedar como de gente no profesional y muchos dirán que eso había destrozado la toma y debiera haberse rodado una nueva, para que no quede ahí ese percance. Pero, mira por dónde, me han gustado bastante esas nubes pasajeras que revientan, oscureciéndolo, el plano. Es, me decía, Ingmar Bergman ya sólo sombra pasando por ahí. O, quién sabe, una configuración de lo que en poco tiempo se convertirá también Jörn Donner.

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