jueves, 2 de agosto de 2018

Cara a cara

Jenny en diálogo con el papel pintado.
En una escena de "Como en un espejo" (Ingmar Bergman, 1961) Karin tiene una escena crucial con un papel pintado de una habitación. En "Cara a cara" (Ingmar Bergman 1975, 176 min y no 135 como estaba anunciado ayer en la Filmoteca, porque vimos la versión para TV) la neuróloga Jenny (Liv Ullmann) tiene a su vez una escena con otro papel pintado, de muy parecido significado. Pero lo que para aquella era un resquebrajamiento, un auténtico trauma, a ésta le supone, insospechadamente, una suprema placidez.
La casa ya vaciada del preámbulo.
La pieza consta de cuatro episodios y un preámbulo. Bergman empieza en éste fuerte, lanzando impresiones de esas que afectan. Lleva el nombre de "La ruptura" y vemos en él a Liv Ullman en una casa vacía, culminando el proceso de su desalojo y cierre. Más tarde, ya en su consulta, una paciente le escupe a la cara un diagnóstico que no debe pasar sin dejar de afectar profundamente, sumándose a lo anterior, a la doctora: "Lo que a ti te pasa es que no sabes amar".

Ingmar Berman dejó al margen cualquier artificio formal por el que se había ido introduciendo en los últimos años y se lanzó en esta obra directo a su esencia, que no puede ser y es aquí entonces sino de lo más personal. Confundido con la copia masacrada que se vio en los cines en el momento de su estreno y con la similitud de casting con "Secretos de un matrimonio", pensaba que el "cara a cara" del título se establecía entre el personaje de Liv Ullmann y el de Erland Josephson, pero no es en absoluto así. Los temores de Jenny van aflorando en forma de aislados sueños en un principio. Remiten constantemente a la vejez, al paso del tiempo, con un pertinaz tic tac de reloj en la banda sonora. Pero a la que entramos en el tercer episodio, los sueños, ya auténticas pesadillas, con todos los fantasmas reflejados, con la directa presencia de la locura y la muerte, se apoderan de la función. Luego ya esos fantasmas no dejan de poblar la misma realidad. Está claro, pues, qué es lo que dice Bergman que debe afrontarse cara a cara.

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