Pues tras haberla visto, no sé muy bien por qué tuvo tan mala prensa, tan encarnizada, la última película de Xavier Beauvois, "Las guardianas" (2017). El caso es que éramos sólo tres espectadores en la sesión de las 18h de hoy, su primer día en el Méliès, y te sabe mal, porque es a mi juicio de lo más visible de la cartelera.
Te sorprendes en toda su primera parte apreciando esas imágenes sobre pantalla panorámica que siguen los quehaceres de unas mujeres al cargo de una (potente) granja mientras los hombres están haciendo la guerra del 14-18. De tanto en tanto, como pasaba por cierto en "La maison des bois" de Pialat, que tiene varios puntos en común, uno de los hombres (por ejemplo el maestro) regresa por un permiso, pero lo importante es ese día a día, ese sonido directo que recoge los pasos de un personaje alejándose por un camino, esas cosas.
Otro hijo regresa al frente. Vemos la carreta que le lleva a la estación. Tras mantener un tiempo el plano, la cámara ofrece una panorámica hacia la derecha, donde vemos, muy seria, sin decir nada, a su madre.
Ya bien entrado el metraje, aún degustando esas imágenes de la vida rural, esos sonidos del campo, te preguntas dónde estallará la acción. Bueno: Está claro. Para trabajar en la granja ha llegado una chica guapa y trabajadora, que rinde a satisfacción de la patrona (Nathalie Baye). Al poco tiempo, llega un hijo de permiso... Entra entonces la película, no hay que negarlo, en una vía mucho más convencional, navegando por una trama que quien más quien menos podría prever. Pero, en su favor, tiene aún el film una escena digna de "La chambre verte" y la dignidad de acabar con una preciosa canción , cantada por la protagonista.
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