Un doble engaño, de Filmaffinity y Netflix me ha conducido a ver en malas condiciones “Los proscritos” (Victor Sjöström, 1918), que ambos al alimón llaman “El forajido y su esposa”.
Netflix dice en su escueta nota de presentación de la película que se trata de una doble sesión, que incluye tanto la “película muda de 1918 dirigida y protagonizada por Victor Sjöström”, como “un documental de 1981, de Gösta Werner, sobre el cineasta”.
Me pongo a verlo, con la secreta esperanza de centrarme en el documental, mucho más adecuado para mi estado anímico y digestivo del momento… Veo, no obstante, el inicio de la ficción, y ahí es donde acude a la confabulación el error de Filmaffinity, que habla de 72 minutos, periodo que, me digo, pese a discurrir sin sonido alguno -Netflix los pasa a palo seco, sin música- creo soy capaz de superar indemne.
Transcurrida ya hora y media (la película se acerca, en realidad a las dos horas), me desespero un poco, pensando en lo que he estado pasando y en que el documental será muy capitidisminuido, sin profundidad alguna.
Por suerte entonces se concentra lo para mí más valioso de la película, unas muy hermosas escenas en las montañas, siempre al filo del abismo, que son las que, al fin y al cabo, diría que le han dado fama.
Previamente -sus admiradores me disculparán- hay que bregar con unas largas escenas dramáticas en interiores y unos aún más largos intertítulos repletos de frases poéticas que se me han hecho sumamente ridículos, aunque es verdad que por el final, ciertas exageraciones dan al film un tono mítico, en su exageración, muy reivindicable.
Una película a ver mucho mejor con buena copia, en pantalla grande, con música en directo, por ejemplo en la Filmoteca.
Pasadas las dos horas, sin noticia alguna del anunciado documental.
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