Me he obsequiado la sobremesa con un pase de “Monsieur Verdoux” (Charles Chaplin, 1947; grabado de Movistar +, pero también disponible en Filmin) de la que, como suele pasarme en estos casos, apenas si recordaba cosas sueltas.
Posiblemente lo más destacable de la película, visto así, a distancia, sea el rotundo rechazo que obtuvo de un público que no admitió el abandono total de los gags charlotescos (solo hay uno evidente -su hábil quiebro junto a una puerta para escapar, al saberse perseguido en el restaurante de por el final- y abundan, en cambio, otros -Verdoux contando, con evidente práctica, los billetes- que pudieron ser vistos como un producto más del cinismo del personaje) y no digamos la razonable comparación vertida en su discurso-moraleja. Incluso dirías que Chaplin corta rápidamente las posibles derivas sentimentaloides a las que solía ser muy aficionado: véase, sí no, las austeras escenas con la chica salida de la cárcel.
Es curioso la estúpida dignidad con la que -entonces y ahora- nos horrorizamos ante unos tristes crímenes del montón, mientras dejamos pasar impunemente exterminios masivos. Esa era la sencilla tesis de la película, pero todo el mundo siguió silbando mirando a otro lado, como bien sabemos por una serie de acontecimientos actuales que no hay por qué mencionar, de tan presentes que los tenemos.
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