Mariona Bruzzo efectuando, satisfecha, la presentación de la sesión de ayer.
Daniel Pitarch explicó que Epstein empezó a rodar ocho días después de iniciada la erupción, por lo que en la película no había reflejo de las explosiones de la fase inicial, sino sólo las repercusiones sobre el entorno y el río de lava.
La existencia de este librito de Epstein con su visión sobre el cine que había de venir, “visto desde el Etna” indicaba -Pitarch dixit- “el fuera de campo” de “La montagne infidèle”, que la hacía bastante más que un mero reportaje sobre la erupción del volcán encargado por la Pathé. Acabó su exposición con un asunto del que también habló en su exposición en él aula Xcèntric: Cuando Jean Epstein asistió a una primera proyección cinematográfica -a mí se me quedó, no sé por qué, que le pasó cuando tomo en sus manos por vez primera una cámara- hubo un temblor de tierra. Los temblores que acompañan una erupción le hacia identificar entonces el cine con el volcán.
Rosa Cardona inició su relato con la imagen de la lata, bobina, película y etiqueta de la película encontrada.
Reflejo de la película en la época.
El Pathé Cinéma, que luego sería el Cine Alcázar, fue el que estrenó “La montaña traidora”.
Pocos programas más emocionantes que el de ayer podía haber ofrecido la Filmoteca para conmemorar el Día Mundial del Patrimonio Audiovisual.
Cuando en 2015 programó una estupenda retrospectiva muy completa de Jean Epstein, no incluía “La montagne infidèle” (1923), porque se trataba de una película suya dada por perdida.
Una de las cosas a recordar de la sesión de ayer, junto la impecable presentación del film hasta entonces perdido que hizo Daniel Pitarch, fue el pormenorizado relato que Rosa Cardona, conservadora de la Filmoteca, ofreció sobre todo el proceso de recuperación efectuado y sobre la investigación complementaria que, en un caso como éste, trae aparejada.
Muy resumidamente: la película, que supongo que ahora, una vez restaurada, tendrá un circuito de exhibición por muchas cinematecas del mundo, se descubrió entre el legado de la casa barcelonesa Catefilms, una antigua distribuidora de films de subformatos, que se alquilaban para circuitos secundarios, tipo cine-clubs. Una de las latas de este legado contenía una bobina en formato 28mm (un formato -dicho sea así entre nosotros- del que no sabía ni de su existencia) que era copia del film de 1923 que fue en su día estrenado en el Pathé Cinema (posteriormente Cine Alcázar).
La investigación llevada a cabo por personal de la Filmoteca, además de descubrir el circuito comercial que tuvo la película (en 35mm, para entendernos), descubrió que, finalizado éste, la casa Pathé editó copias para sus “proyectores de salón”, Kok, nombre supongo que surgido del famoso gallo emblema de la casa.
Un cierto respiro colectivo de admiración sentí ayer en la sala cuando Rosa Cardona dejó ver una imagen de la tienda de la casa Pathé en Barcelona, situada en los bajos de la Casa Batlló. En la etiqueta de la lata de la película recuperada destacaba claramente el nombre de Vilaseca-Ledesma, precisamente el representante aquí de Pathé. “La montaña traidora” tuvo entonces un recorrido por el circuito secundario de Cinaes…
De la película, presentada respetando las cuatro partes en que estaba dividida en la bobina localizada, diré que, aún tratándose de una obra (de encargo) muy inicial de Jean Epstein, previa a todos sus impresionantes hallazgos cinematográficos, me ha gustado mucho su episodio inicial, en el que el que hace una presentación general de Sicilia, y su (doble) conclusión.
Después de las espectaculares tomas que hemos podido ver, a todo color, de la reciente riada de lava candente o de casas sepultadas de La Palma, se ha de decir que las tomas de Epstein del malpaís y del mismo río de lava, o de su correspondiente casa medio sepultada, no causan, pese a los intertítulos hablando del riesgo de los camarógrafos, la impresión esperada, y menos con el teñido a rosa de los fotogramas -también recuperado- de la época. Quizás en blanco y negro habría resultado mejor, aunque es cierto que entonces habría tergiversado la autenticidad de la restauración.
Pero las escenas iniciales, con esos planos generales de un valle, la onda expansiva producida en el agua del rio por las lavanderas trabajando y contraponiendo esas escenas de vida con la actividad, pese al Cristo y santo protector, del Monstruo que trae la muerte, mérite le voyage…
El Kok de la Pathé
Una etiqueta de la lata con la bobina informaba de su distribución por Vilaseca-Ledesma, representante de Pathé en Barcelona con sede en la Casa Batlló del Paseo de Gracia.
Indicación de la cadena Cinaes.
Se tuvo que vencer el profundo deterioro de la cinta, intentando preservar su calidad, teniendo en cuenta que ya no era una copia original, sino reducida, reproducida de la original.
El proceso de digitalización.
Y una muestra que he encontrado por internet, con ese tipo de teñido de los fotogramas que se efectuaba en el periodo del cine mudo, que últimamente me disgusta bastante.
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