martes, 1 de noviembre de 2022

À vendredi, Robinson


Un regalo. De algo estoy seguro: es uno de los grandes films del año.
En el “Caimán. Revista de Cine” de noviembre, Àngel Quintana cerraba una breve antología de reseñas de las grandes películas de Jean-Luc Godard con una propuesta de film para su conclusión: “À vendredi, Robinson” (Mitra Farahani, 2022; enlace abajo).
Al poco tiempo de iniciada su visión, estremece oír a Godard hablando de la muerte voluntaria, y ya no puedes parar (al principio intrigado, luego sumamente interesado por lo que ahí se dice y se ve, aunque -como siempre pasa con las cosas de Godard- no estés del todo seguro de captar todo su significado) hasta su finalización.
La realizadora recibió alborozada el acuerdo entre Godard y el cineasta iraní Ebrahim Golestan: establecerían una correspondencia (“aunque no corresponda”) cada viernes entre ellos, con, como tema, la Humanidad. Me da que, en realidad, lo que resulta es en realidad una profunda mirada, algo burlona, sobre la vejez, la senectud.
No hay que asustarse, no obstante. Golestan aparece en una imponente casa palaciega, mientras Godard lo hace (en un letrero final, la realizadora agradece a Jean-Michel Frodon que le haya abierto esa puerta) en su casa de Rolle, con la mesa de la fotografía de Hedi Slimani que colgué hará unos veinte días, pero muy distante de lo que yo pensaba que era y, desde luego, del caserón de Golestan. Nada de asustarse, digo, porque el buen humor preside toda la sesión. Incluso, como atestigua la imagen que cuelgo, Godard se ríe travieso. Y lo hace en más de una ocasión.


 

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