jueves, 6 de octubre de 2022

Retour à Reims


Hasta la sesión de la Filmoteca dentro de la Setmana del Cineclubisme, por una causa u otra no había visto aún “Retour à Reims”, que me parece la mejor de las películas de Périot que conozco hasta el momento y, desde luego, una de las de más interés de todas las que he podido ver por aquí este último año.
Film con una introducción, dos movimientos y un epílogo, cada uno con su intríngulis, veo ahora que está basado en el libro del mismo título del filósofo francés Didier Eribon, en el que éste explica, tras la muerte de su padre, las razones de su distanciamiento de él treinta años antes, convirtiendo el relato en un retrato de la clase obrera francesa de la postguerra.
Pero Périot no ha adaptado maquinalmente el libro, sino que ha construido con él una obra que, abarcándolo, se constituye en una entidad nueva, compleja y redonda, un ofrecimiento remarcable para los tiempos que corren.
La que llamo su introducción no deja de ser extraña. Unos edificios anodinos de una población inidentificable. Podría ser Reims - que nunca aparece como la ciudad destacable por sus monumentos históricos que es- o cualquier barrio obrero de los entornos de París. Una voz en off nos pone en situación, pero atentos al cambio de sexo, pues quien habla es una mujer (la actriz Adèle Haenel) y no el realizador o el filósofo, o un actor haciendo de uno u otro.
Cuando se inicia el primer movimiento, la narradora ha retrocedido hasta la guerra en el relato de su historia familiar, pero lo mas interesante es que todo este movimiento (como los que siguen) no está servido por actores o films familiares de la supuesta narradora, sino por secuencias de películas de cantidad de ficciones de la historia del cine (se distinguen inicialmente las imágenes del “Ménilmontant” de Kirsanoff, pero luego de cintas como “La regle du jeu” de Renoir), de filmaciones de canciones populares o de gran cantidad de trozos de documentales en los que sobre todo “gente corriente” responde a la cámara hablando de su vida (“Chronique d’un été”, de Morin y Rouch, puede que sea la mas reconocible). Todo este andamiaje montado hablando la narradora de su familia da como resultado inesperado una notable, muy inteligentemente montada, historia social de la clase trabajadora, trufado de documentos escalofriantes. Una secuencia que me ha impresionado, sin que haya detectado a qué film pertenece, recoge por ejemplo las declaraciones de una mujer ya mayor que confiesa haber trabajado desde los trece años, con empleos en fábricas cargando sacos de patatas de 25 Kg y cosas así, sin haber disfrutado en toda su vida de un solo día de vacaciones.
El segundo movimiento, si bien sigue el mismo mecanismo que el primero, con la voz en off femenina llevando la batuta, baja la frecuencia de anotaciones sobre anécdotas personales de la familia, aumentando superlativamente las expresiones propias de un film militante de denuncia, como si la narradora, de explicar las vidas de los componentes de su familia, hubiera pasado a ser el filosofo social que se esconde detrás, desentrañando y mostrando su pensamiento político.
Llega este movimiento tras un trozo de un film (que me resulta enormemente familiar, pero no sé decir cuál es) en el que una niña (de familia obrera, por supuesto), caminando por una carretera, ha expuesto su utopía personal sobre un mundo futuro feliz. Y enlaza en raccord con la captación de las reacciones, las respuestas políticas a ese estado de cosas expuesto anteriormente, para cambiar la forma de vida.
Pero el film -y supongo que el libro previo- llega a un momento que muchos creyeron iba a cambiar radicalmente sus vidas -la llegada del socialismo al poder, con Mitterrand- y la decepción consiguiente al ver que nada cambiaba de forma radical, sino que, al contrario, se iba hacia un discurso no diferenciado, en el que había desaparecido del mapa el concepto de clase y el trabajo para mejorar su situación como tal.
El epílogo, presentado con un ritmo de lo más dinámico, para llevar a la acción, sostiene que aun se está a tiempo de hacer cambiar de opinión a bastantes de los que se han decantado en los últimos tiempos hacia partidos de la extrema derecha, tras haber visto que nadie más les tenía en cuenta.
Este epílogo recuerda mucho al “No estamos solos” de Pere Joan Ventura o al “Informe General II”, de Pere Portabella, ambas de 2015, cuando aún estaban recientes los movimientos ciudadanos que levantaron el mundo por las plazas. Lo que pasa es que, visto lo que siguió a todo eso (una violencia y opresión aún mayor a la previa en los países árabes, un vapuleo general a las clases trabajadoras del resto del mundo a base de desmotivación por crisis económicas de diverso perfil; populismos reforzados), uno se pregunta si no hace ya falta idear y lanzar un tercer movimiento, diferente, mas allá de la protesta generalizada, con enfrentamientos a la policía, pancartas o dándole al tambor y a los cantos por las calles que propone el epilogo en cuestión.



 

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