sábado, 8 de octubre de 2022

Speer goes to Hollywood

Speer y Birkin, cuando empezaron a trabajar en el guión de la película, que finalmente no se realizó. Seguramente no llegó a convencer a las personalidades judías que dominaban Hollywood.

Durante toda la primera mitad de “Speer goes to Hollywood” (Vanessa Lapa, 2020; ayer en la Filmoteca, en el Festival de Cine Judío) uno puede dejarse llevar por la cierta fascinación que puede acompañar a ese personaje que fue Albert Speer, un joven arquitecto que, tras deslumbrar a Hitler mediante unas pocas ideas escenográficas para la gran explanada de demostraciones nazis de Nuremberg, fue señalado por éste para proyectar la reconstrucción del gran Berlín, la capital del mundo, que iba a durar mil años: ahí los vemos a los dos, circulando entre imponentes maquetas de gran tamaño.
Pero ninguna fascinación puede tener cabida en la segunda parte del film, ante la incoherencia galopante de que quien, según los argumentos de su defensa, tan bien enfocada que le salvó la vida, el que fuera todopoderosísimo ministro responsable de la producción bélica del Reich, que pedía y conseguía mas y más millones de trabajadores para sus propósitos, no supiera absolutamente nada de las penurias y animaladas que se infringían, en campos de concentración y exterminio, a judíos, comunistas y prisioneros, precisamente los qie formaban la base de su fuerza de trabajo.
El caso es que Albert Speer se libró de la pena de muerte en el Juicio de Nuremberg, pese al testimonio de Francesc Boix (que aparece en el documental como testigo de cargo en una de las sesiones), alegando ignorancia al dedicarse únicamente a tareas técnicas, mientras que quien trabajaba a sus ordenes no tuvo esa misma suerte. Pasados los veinte años a los que le condenaron, gozó de un momento de gran popularidad, cuando sus memorias se publicaron con enorme éxito por todo el mundo.
El documental del que hablo está centrado en la explotación de las cintas que recogen las discusiones entre Albert Speer y Andrew Birkin (con él en la primera imagen), sobre el guión que este último hizo para la Paramount, que tenia intención de hacer con el material de las memorias una película.
Las supuestas cintas de estas discusiones, con declaraciones confidenciales muy abiertas, se combinan con fotografías de actualidad, como la que cuelgo, pero sobre todo con un impresionante material documental, con imágenes -muchas parecen ineditas- que adquieren una presencia e inmediatez increíble con la sola argucia de añadir ciertos sonidos ambiente.
Aparecen también dos interesantísimas grabaciones de Carol Reed hablando con Birkin para advertirle de los peligros que tiene su trabajo, que da la impresión de querer defender la más que dudosa actuación de Speer, blanqueando su figura. En una primera le dice que analice bien las cosas, que Speer, en su gran momento, no era un gran arquitecto, que diera forma a sus sueños por crear algo, sino una persona que había gozado de todos los medios a su alcance, en su mayor parte prisioneros. En la segunda insiste en señalar lo poco que se sostiene du declaración de que hasta un último momento no supiera lo que pasaba en sitios como Mathausen, que no podía negar haber visto, porque circulaban documentos gráficos y reportajes en los que se le veía por ahí la mar de satisfecho.
En la primera parte vemos, por ejemplo, las imágenes de un joven y apuesto Speer formando parte de la cohorte de Hitler en su casa de Baviera, mientras en sus comentarios a Birkin deja caer, con un cierto tonillo aristocrático, que él se aburría mucho, porque en sus años iniciales los miembros del partido no destacaban, precisamente, por sus preocupaciones intelectuales.
En la segunda, centrada básicamente en el juicio de Nuremberg, las imágenes de los métodos de exterminio y de las consecuencias de la sobre-explotación del famélico ejército de trabajadores, imposibles de disimular, lo dominan casi todo, y solo destaca sobre ellas, en claro contraste, entre invitación a copa de jerez y a almuerzo, las expresiones con las que ofrece sus ideas sobre cómo proceder en la película para convencer de su linea de defensa.


Atendiendo, impávido, en el juicio de Nuremberg. Seguramente su comportamiento -sin las risas irónicas y sarcasmos del resto de acusados, jugó también en la sentencia.

 

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