Hasan, un pastor y sus ovejas junto al árbol centenario.
Ya no tenemos por aquí ni a Kiarostami ni a Angelopoulos, pero en Turquía Nuri Bilge Ceylan parece que sacará una nueva película el año que viene y Semih Kaplanoglu, el realizador de aquella magnifica trilogía (Huevo, Leche y Miel) está totalmente activo, inmerso en una nueva trilogía, “Commitment”, de la que ayer se preestrenó en la Filmoteca (se estrena el viernes que viene) su primera pieza, “La promesa de Hasan” (2021).
Una preciosa y muy sensorial escena que en cierto modo recuerda a los Taviani, dominada por un potente viento que agita las ramas de un enorme árbol, sirve de preámbulo a las dos horas y media de película, que se pasan, pese a la morosidad de la mirada y los pocos diálogos, en un santiamén. Sin lugar a dudas, eso ocurre por la intensidad de cada plano, con encuadres y movimientos coreográficos de lo más estudiado, y un sonido que se arroga siempre un papel protagónico, ambos propiciando la concentración, estar pendiente de lo que pasa, con gran intriga, en la pantalla.
Cuando, tras el titulo, empieza de verdad la trama, creerías encontrarte viendo un “Alcarrás” turco: Hasan, un agricultor que consiguió sus tierras en un litigio con su hermano, ve como la instalación de un nuevo tendido eléctrico para la industria, hace peligrar sus tierras y cosechas, su forma de vida, que tanto le ha costado obtener.
Pero en seguida ves que la cosa no va en realidad por ahí.
Es notable la habilidad del film para hacernos mostrar empatía a los espectadores con ese personaje temeroso y reflexivo, que parece ganárselo todo a pulso, pero aun lo es más que consiga poco a poco hacernos poner en duda todas las creencias que, como espectadores, hemos ido asentando.
He dicho que no veo que el tema de la película, pese a ciertas similitudes, sea el de “Alcarrás”: para mi es el de las hipócritas formas de comportamiento de toda una sociedad, y eso compete especialmente a las ceremoniales formas musulmanas. En este caso no pasa lo que ocurría en la primera trilogía, en la que siempre se confrontaba, de una forma o de otra, la vida de la antigua comunidad rural agrícola y la exterior, ligada a la ciudad. En “Las promesas de Hasan”, como le dice el empleado de la eléctrica a Hasan, no hay que ir a negociar fuera, puesto que todo se cuece en la región.
Ciertas marcas de fábrica Kaplanoglu siguen presentes: hay un espectacular raccord, que sobresaltó anoche a toda la platea, entre el encendido de un mechero del que se nos hace estar atento y un estruendoso trueno, o esas inesperadas escenas surrealistas que aparecen, en ocasiones claramente ligadas a un sueño, en otras pudiéndose interpretar también así, pero ya no de forma tan clara (ese bombardeo de manzanas…) u otras, por fin, como la de la fiera encerrada, que siguen ahí, intranquilizando al espectador, pero sin el asidero de poderlas asociar a un sueño.
Al final, un espléndido plano general sostenido da definitivamente forma y fuerza a la reflexión que aporta -nada despreciable- el film.
Semith Kaplanoglu había venido a Barcelona para este preestreno y se le esperaba en la Filmoteca, donde iba a participar en la presentación y coloquio del film. Una indisposición de última hora que le mantuvo en su hotel lo impidió. Una lástima, porque le tenia preparada una pregunta que fue tomando forma durante la proyección. Iba sobre ese extraordinario uso del color que muestra todo el film. Especialmente el del rojo, que se introduce en muchos encuadres: las sandías troceadas, los pimientos, las uvas, las camisas de muchas mujeres y niñas, las motocicletas, ciertos elementos de máquinas y utensilios, los potes de fruta confitada o esas manzanas rojas que acaban cubriendo a las verdes, pero también esas tonalidades rojas, como sanguinolentas, de las maderas de los árboles talados.
Se inaugura de forma inmejorable el curso cinematográfico.
La mujer de Hasan, con una manzana roja entre manos.
Hasan, frente a los troncos serrados, con tonalidades -la foto no lo deja apreciar del todo- rojas.
Esteve Riambau, que acababa de enterarse de la indisposición de Hasan, junto a la Cónsul General de Turquía, en la presentación de la sesión. Aún se pensaba que Kaplanoglu podría llegar al coloquio. Por la sala, Paco Poch, el distribuidor del film, que se estrena el viernes que viene y programador del mismo en la Filmoteca, que le dedica una de sus cartas libres.
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