Esto de llevar el nombre que llevo compruebo comporta unos méritos que me han hecho acreedor hoy de un magnífico regalo. Hecho a la imagen de los magníficos dedicados a François Truffaut y Jean Eustache, este diccionario Pialat, con esta fotografía en su tapa que asusta de veras, ya creía que nunca caería en mis manos.
Imposible su compra vía librerías de por aquí y francesas -agotado en origen-, ya veía que debería acabar probando vía Amazon, cosa que evito. Me lo han comprado vía la web de las bibliotecas francesas, de segunda mano pero en buen estado, con un código de barras frontal tachado a rotulador y la pegatina de clasificación de la biblioteca en su lomo. Precio, me dicen, casi tan caro, eso sí, como el desconsiderado que marcan en Amazon, que es una empresa que juega en la liga de lo de la oferta y la demanda, como se demostrará cuando tenga el monopolio.
Conclusión: en las bibliotecas francesas también se deshacen de sus fondos, aunque se trate de libros descatalogados, como éste. Buscando negocio, además.
Y ahora ya sólo picoteo un poco la introducción del libro que escribió De Baecque:
“Maurice Pialat no era un tipo cómodo. Se hizo célebre por sus cóleras, sus gruñidos, su acidez. Pero esta bilis negra era fecunda…”
¡Qué ganas le tengo!
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