Han abierto en Mubi una sección a la que llaman “Nuevas voces en el cine georgiano”. Deambulando por ahí, he dado con “Léthé” (Dea Kulumbegashvili, 2016), que me he puesto a ver.
Pantalla panorámica, blanco y negro, cámara que efectúa un travelling siguiendo a un personaje que la lleva a otro de un grupo, al que a la vez sigue. Corte a negro y un título nos indica el apartado que sigue: la fiesta. Los planos se hacen, sin dejar de ser majestuosos, más complejos, por cuanto se ha ampliado el campo de visión (una extensa explanada, algo inclinada, en un valle) y el grupo observado más heterogéneo (hombres acarreando una cabra, muchachos jugando, gente a caballo). La cámara debe seguir moviéndose en un travelling, pero seguramente está sobre una plataforma o grúa, porque se eleva o desciende y el cambio de dirección porque cambia el motivo de interés es ahora más brusco.
Pronto vemos que el punto principal de atención está en el grupo de chiquillos y, entre ellos, en la chica a la que le han hecho una trenza con su pelo. Lo confirma el cambio de plano, por corte, al interior de una casa medio destruida, en la que aparece ella a la que le están poniendo una venda en los ojos, para jugar a la gallina ciega.
Lo que creía que era la espléndida escena inicial de un largometraje georgiano, de la duración que suelen ser este tipo de películas georgianas, es en realidad un cortometraje de 15 minutos que me ha dejado tan admirado que lo he visto dos veces seguidas, una tras otra. Con planos que introducen en la escena de masas el detalle de un escarceo amoroso adolescente, permitiendo echar una mirada al paso del tiempo, contemplado desde la perspectiva de un lúcido jinete loco.
Queda hasta ridículo aportar estas referencias, pero mientras lo veía circulaban por mi cabeza recuerdos de bellas escenas de Jancsó y de Tarkovski.
A ver si alguien más se anima a verla y se lleva una -buenísima- impresión parecida.
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