Si “El tesoro de Arne” (Mauritz Stiller, 1919) era un drama de esos casi fundacional, “Erotikon” (Mauritz Stiller, 1920; en Netflix) es una deslumbrante, despreocupada y sofisticada comedia, donde todo el mundo parece estar enamorado de quien no debe.
Los protagonistas acuden al teatro y posee entonces un largo inserto con la acción en el escenario, en el que, con la presencia de gente a caballo y todo, se desarrolla un fastuoso drama, ambientado en la corte del Sah, con una sensual bailarina en deshabillé, que debió ser lo que, unido a su título, ofreció fama a la película.
Pero esa es sólo una falsa pista, para el despiste. Lo realmente rompedor para la época es que esos amores prohibidos enunciados, socialmente encubiertos, en vez de ser moralmente reprendidos como lo serían en el 99% de las películas después de haber jugado un tiempo en el filo de la navaja, resulta que parecen ser aceptados de buen grado por todo el mundo.
Vistas ahora estas dos películas seguidas, uno acaba convenciéndose de por qué razones en todas las historias de cine se habla del poderío del cine sueco de la primera parte del siglo XX y de la inmensa participación de Stiller y sus films en esa apreciación.
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