martes, 7 de junio de 2022

O movimento das coisas




¡Que bello título para una película! Podría dar pie a todo un tratado. “O movimento das coisas” es el único largometraje de Manuela Serra. La Cinemateca Portuguesa restauró una copia el año pasado, que tras circular por varios festivales ayer proyectaron en la Filmoteca, dentro de la Mostra Internacional de Films de Dones de Barcelona.
Parece un documento etnográfico de los años 60, pero es de 1985. Desgraciadamente Manuela Serra no asistió, como estaba anunciado, a la sesión, pues no se desplazó por motivos de salud. Si no, se le podría haber preguntado si en su estancia en Bélgica, de la que han hablado en la presentación, trabó amistad con Chantal Akerman, pues por su principio la película me ha recordado, en cierta manera, a una Jeanne Dielman rural.
Pero no hay que asustarse. En realidad la película es de una sencillez enorme. Retrata tres días de un pueblo del norte de Portugal (como aparecen muchas parras y un gran río, puede que sea ribereño al Miño). Se fija en dos o tres grupos humanos y los sigue en sus tareas. Todos son gente de campo, a las que, todo lo más, les hace decir alguna frase, o pasar por determinado lugar. Gracias a ellos conocemos de que viven y cómo interactuaban la gente del pueblo y al propio pueblo y alrededores.
La cámara suele ser funcional, pero logra unos cuantos encuadres muy hermosos, mientras un sonido ambiental (unos pasos, un coche que pasa por la carretera de adoquines, el tic tac de un reloj de pared, unas campanas) llenan la banda sonora.
En un momento dado, tras ver a varias mujeres trabajando no ya en su casa, sino también en el campo, te preguntas donde están los hombres. Poco después aparecen algunos (el pater familias sentando su autoridad, un padre yendo con su hijo a talar árboles, un cura), aunque son decididamente minoritarios.
Un insospechado plano general fijo de una Central Térmica, amenazante, que contrasta con todo lo visto hasta entonces, se prolonga mucho rato después de los títulos de crédito finales. Quizás avise de un cambio de paradigma, señalando que todo lo rodado iba de un momento a otro a desaparecer.
En su día no le debieron dar ninguna importancia a este rodar hechos cotidianos de los tres o cuatro habitantes del pueblo escogidos. Hoy se descubre que dieron lugar a un testimonio inigualable de un lugar y un tiempo hoy inexistentes.




 

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