Tuve un familiar que, ya de mayor, pasó unos cíclicos episodios de enorme excitación, seguidos por otros de no menos enorme aplastamiento.
Durante los primeros iba a ver películas, escribía, llamaba, asistía a actos sociales en los que se mostraba sumamente locuaz e interesado por todo. También -es verdad- compraba, siguiendo una pasión por las cuestiones militares que había mantenido oculta, unos cascos carísimos de la Primera Guerra Mundial, cosas así.
Ese comportamiento asustaba a su familia más próxima, que tomaba cartas en el asunto y lo hacía medicar, con lo que al cabo de un tiempo volvía a su posición de partida, de hombre silencioso, que asentía a todo y escuchaba educadamente, pero sin chispa alguna, o incluso a algún peldaño más abajo.
Siempre consideré su caso como el de un hombre al que habían mantenido reprimido toda su vida, sin poder dar rienda suelta a sus aficiones y querencias, pero esa era, desde luego, la mirada de un adolescente alejado de su vida, que no tenía que apechugar con sus excesos.
En “Les intranquiles” (Joaquim Lafosse, 2021; colgado hace nada en Filmin) el personaje que centra toda la acción es un pintor de estima, que vive en una casa de campo con su mujer, restauradora de muebles y decoradora y el hijo de ambos. Cuando no controla su dosis de litio en el cuerpo, entra en una crisis explosiva.
Cuando empieza la película le empezamos a ver pasado de rosca y la cosa va a más, temiendo sus próximos y los espectadores de la película por donde va a estallar la cosa.
Conviene verla con atención hasta el final, porque yo diría que lleva a una reflexión adecuada sobre ésta y otras muchas cosas de la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario