domingo, 15 de mayo de 2022

La chambre verte



Hay personas
que no retiran la palabra
al ser querido
sólo porque haya muerto.
Rafel Miret se había leído estos versos que Alfonso Levy escribió hace mucho tiempo y, viendo que le iban como anillo al dedo, los leyó ayer para introducir la presentación que este último hizo de “La chambre verte” (François Truffaut, 1978).
Esa es, desde luego (por una de esas casualidades cósmicas, porque cuando Levy escribió ese poema no la había visto aún), una buena descripción de la película.
Siempre recuerdo la frase que leí de Truffaut cuando promocionaba esta película: “Cada año vas tachando en tu agenda varios nombres, hasta que llega un día en que piensas que son éstos los que predominan”. Julien lo dice más crudamente en la película: “A partir de cierto momento te pasará como a mí: conocerás a más muertos que a vivos”.
He tenido a lo largo del tiempo, en sus diferentes visiones, una reacción muy desigual con respecto a la película. Recuerdo que en una ocasión hasta se me cayó al suelo, cosa que puede pasar en una obra que navega siempre, oscilante, por el filo del ridículo.
En esta ocasión me han sorprendido, respecto al recuerdo que guardaba, varias cosas:
-El fuerte poso luctuoso que tiene en ella la supuestamente reciente I Guerra Mundial, herencia, me digo, del conocimiento suyo de Henri-Pierre Roché. Me ha dado para, en un futuro, sentir de otra manera ante todos esos monuments commemorativos del 14/18 que se erigieron en todas las cuidades francesas.
-Los puntos de contacto con respecto a otras peliculas suyas. Ese niño mudo que atiende a sus estudios recuerda sobremanera al Victor de “L’enfant sauvage”. La preciosa carta de amor de ella -enlazado el plano con el de su lectura inmediata por él- es un resumen muy válido de la correspondencia intercambiada de modo tan especial y tan bien visualizada en “Les deux anglaises et le continent”.
-Las citas explícitas a artistas de los que se considera deudor, poniendo su imagen en el templo que Julien dedica a sus muertos queridos: Cocteau, Oscar Wilde, Henry James o el Maurice Jaubert de donde obtuvo toda la música para la película. Pero también autocitas, como la de ese “soldado alemán” representado por una foto de Oscar Werner en “Jules et Jim”. Pero es que todo el casting de la película está lleno de lo que pueden ser considerados razonablemente como homenajes explícitos de François Truffaut: Ahí están, para corroborarlo, Jean Dasté (el que fuera gran actor del inmenso Jean Vigo) o Antoine Vitez. Las apariciones de gente del equipo de producción como Marcel Berbert o ahora veo -no lo distinguí- que también Néstor Almendros ya entrarían en otro orden de cosas, afín a ese juego repetido en su filmografía.
Para acabar con una buena frase y podernos quedar reflexionando sobre ella, pondré aquí una -creo que de Roché- que citó Alfonso Levy tras decir que hay un único tema en la obra del cineasta, el amor, en sus múltiples variaciones: “La vida está hecha de partes que no se reúnen”.




 

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