domingo, 2 de agosto de 2020

Okraina


Una pareja pasea por la plaza, cruzada por todo un juego de sombras.

Una joven observadora de los hechos, en un banco.

El banco, protagonista de intentos de seducción.

Hasta con el clásico ligue con perro.

Antes del estallido.

Este magnífico detalle de ver al personaje con su gesto de rasgarse la cabeza.

La inocente observadora.

¡Qué bueno era Boris Barnet!
Hay por YouTube (enlace al final) una copia bastante buena (1) de “Okraina” (“Suburbios”, 1933, anunciada ahí como “Outskirts”). Como cuando se hizo se llevaba muy poco tiempo de sonoro, lo extraordinario, el verdadero regalo para su contemplación actual, es que todo está narrado mediante recursos visuales, cuando no espléndidos gags.
El sonido (aunque quizás el de esta copia esté -mal- renovado), por su parte, es mucho más rudimentario, dando esa penosa sensación de que surgía de un plano diferente al de los personajes de la pantalla. Claro que, aún así, hay unas cuantas utilizaciones de esas que sólo propiciaba su cercana introducción en el caso de estar al cargo un buen realizador. Un ejemplo es el de esos chorros de vapor que expulsa la locomotora correspondiendo a los gritos de hurra de los que despiden a los que van a la guerra. Otro, el montaje paralelo, aprovechando un ruido similar, entre la ametralladora alemana y la nueva máquina para clavar las suelas de las botas.
Como siempre en Barnet, son maravillosas, y llenas de humor, las imágenes iniciales, que plantean el ambiente previo a los acontecimientos. Si se va mirando la larga serie de capturas de pantalla que cuelgo y leyendo sus pies de foto, podrán pescarse unas cuantas.
El tema que plantea la película, ambientada en el momento del estallido de la guerra de Alemania con la Rusia zarista, es uno que estuvo muy presente al inicio de la Primera Guerra Mundial. Son las dos posturas enfrontadas: combatir al enemigo, olvidándose de las luchas internas ante un trabajo casi esclavista o bien entender que la solidaridad obrera, aún internacional, es prioritaria y debe seguir buscándose la revolución.
La postura de Barnet queda clara desde el primer momento: El fabricante de botas que ha incitado a dejar de lado la huelga e ir a combatir a los alemanes vemos que se ve beneficiado por un sustancioso contrato para suministrar calzado al ejército.
El enlace:

Dos vecinos -que se dirigen uno a otro de esa forma que hizo célebre los relatos rusos del XIX, por su nombre y apellido- van a averiguar qué conflictos hay por las cercanías.

Estalla la guerra.

Preocupado por leer la noticia, este señor casi ahorca involuntariamente al pobre perrín.

El banco de nuevo. El de la derecha, un soldado alemán.

El padre, zapatero, recibe una trágica notificación. Esta escena la incluimos en el Ombres Mestres dedicado a “Correspondencias”... en otro momento hay también un espectacular raccord con la bota de un muerto expulsada de una trinchera y otra de las muchas botas producidas en el taller, que también mostramos en otro Ombres Mestres, el de raccords.

No preocuparse: con paso decidido, una marea imparable de proletarios caminará al final para cambiar la situación.

Se acabarán en el futuro escenas como ésta del carrista borracho del principio del film.

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