No fui a ver “El joven Ahmed” (Jean-Pierre y Luc Dardenne, 2019) en los cines cuando se estrenó en parte por haber leído muchas críticas sobre ella: que era lo de siempre, que ya te sabes la historia, que ya no sorprenden, etc: Tonterías.
Visto anoche por la tele, sigo confesando mi admiración por los hermanos realizadores belgas. Todo la película se resume en el seguimiento (a lo Dardenne, intenso) de Ahmed y de sus actividades (obsesivas). Él atraído por dos polos antagónicos: el de sus educadores y todo aquello que le va inculcando su imán.
El juego, la habilidad y los resultados que consigue el imán me resultan, cada vez que lo pienso, inconcebibles, pero habré de convenir no por ello dejan de ser auténticamente reales. Los Dardenne, una vez más, hacen en mi opinión, sí, “lo de siempre”, es decir: ofrecer una película sobre un tema candente, muy bien documentada, con un ritmo que no decae, mostrando sus actores una naturalidad de lo más convincente.
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