Ha resultado una buena sorpresa este libro, que tenía guardado desde 2013 en espera de lectura, y al que me habría ido bien acudir en varias ocasiones en que he citado dos películas extraordinarias, tanto para mí como veo que también para su autor las mejores de sus respectivos directores, “Una mujer en Paris” (Charles Chaplin, 1923) y “Playtime” (Jacques Tati, 1967).
Dice Imanol Zumalde en la introducción de su “Formas de mirar(se). Diálogos sin palabras entre Chaplin y Tati, Lewis mediante” (Biblioteca Nueva, 2013), que el largo tiempo transcurrido entre que escribió el manuscrito y encontró una editorial que quiso darlo a conocer le hizo repasar el texto centenares de ocasiones, limándolo y simplificándolo en cada una de ellas, haciéndolo más inteligible.
Aún queda en el libro mucho término de esos que trufan los estudios académicos, neologismos creados, quiero pensar, en un intento de referirse a procedimientos que carecen de terminología precisa para identificarlos, pero que hacen tan farragosa una lectura a nosotros los profanos. Pero no hay que inquietarse. Si bien prevalecen, está su significado claramente, por varias aproximaciones, explicado.
Esta secuencia de “Una mujer de Paris”, pese a que no incluye a ningún personaje principal de la trama, es señalada por Zumalde como la clave de toda la película. En ella Chaplin trabaja con el fuera de campo, con lo que no puede verse, de una forma que entusiasmó e influyó un montón en Lubitsch. Además de que la protagonista del streaptease y quien le ayuda no dejan de verse -dice- como piezas de un proyector de cine y esa enrollada sábana como el celuloide que va de una bobina a otra
La tesis del libro, avanzada, desarrollada y concluida en él, es la de una cierta simetría entre la obra de Chaplin y la de Tati, y entre esas dos películas que he citado al inicio en particular. Y, para ello, y ahí está la gracia de la operación, Zumalde procede, paso a paso, a ahondar en la observación de las películas y en determinadas secuencias suyas en particular (de las que adjunta detalladas imágenes), dando lugar a un apasionante recorrido que, aunque llegue en algún momento a conclusiones sobre su gestación y significado que seguramente nunca se les habría ocurrido ni a Chaplin ni a Tati, ofrecen una interpretacion redonda, muy completa, sin fisuras.
Sobre hablar de lo que no se ve o se ve por su reflejo o intermediación, sobre intentos de dar borrón y cuenta nueva al hacer esa película y sobre batacazos que hacen tornar al redil, así como sobre el “aquí estoy yo” autoral, va la cosa. Pocas veces esas dos películas, los recorridos de esos dos grandes directores, resultan tan bien, de manera tan precisa, explicados.
No se ve nada bien, pero no he encontrado otra captura mejor. En la escena de la estación de tren hace su aparición Chaplin (quien por primera vez no es protagonista de una de sus películas) haciendo de porteador de maletas, vestido de tal forma que -à mí me pasó en una primera y quizás en una segunda visión, no ya en la tercera- puede pasar desapercibido para el espectador.
De la misma forma que en “Playtime”, en la escena inicial en el aeropuerto, aparece “un” Mr. Hulot.
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