“La cabeza, la cabeza. Haced lo que queráis con mi cuerpo, pero no me toquéis la cabeza”.
Otra figura recordada por Josep Pla en “Retrats de passaport” es Joan March. Se trata de una nota que da cuenta de su muerte en un accidente de automóvil (1962) y explica que “Era l’home més ric d’Espanya. Per evitar reticències i hipòtesis agrament formulades, la censura d’Estat ha donat una biografia oficial, que els diaris han hagut de publicar”. Luego cuenta alguna cosa sobre en Berga -el mote con el que era conocido en las Islas-, aunque se centra principalmente en la descripción de su aspecto físico, al tiempo que establece toda una teoría sobre la realidad y las leyendas.
Joan Margarit, hablando sobre los veranos que con su familia pasó en Campanet (Mallorca) nos explicaba que uno de los miembros de la tertulia que, espontáneamente, se formaba por las noches en su vecindario, era “l’amo Andreu”, un curioso personaje que, según decía, de joven había ido a pedir trabajo a March. Éste le preguntó entonces si quería ser carabinero o contrabandista, puesto que dominaba las dos áreas... Escogió lo segundo.
La frase con la que he encabezado esta entrada corresponde a la que, según leyó Carlos Saura, repetía incesantemente Joan March cuando le intentaban sacar de entre los hierros retorcidos de su coche accidentado. Fue a partir de ahí que enfocó la creación del personaje interpretado por José Luis López Vázquez y las historias montadas a su alrededor en “El jardín de las delicias” (1970), una película del primer Saura que siempre me ha atraído un montón.
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