Como se ha desatado una cierta fiebre Jacques Deray por aquí, que reconozco contemplo a una cierta distancia (yo lo tengo como facedor de películas del estilo de las que íbamos a ver con fruición en programas dobles veraniegos durante la infancia o, alargando un poco la sensación, alguna película puntera del cine comercial de juventud), viendo que TV5Monde -mi principal suministrador de rarezas de este estilo últimamente- programaba “Red siniestra” (“Avec la peau des autres”, 1966), pues he acudido a ella.
Responde al patrón de película con espías, agentes dobles durante la guerra fría, etc., con el aliciente de situar su trama en Viena, una ciudad muy apta para estas cosas y que, contemplada desde la visión de la impoluta Viena actual, luce sorprendentemente siniestra, con muros llenos de desconchados. Quizás las repercusiones físicas de la guerra sobre la ciudad estaban aún muy presentes.
Una segunda sorpresa es que ya te puedes reír de la licencia para matar de James Bond. Lino Ventura, el bueno, el que va a rescatar a su amigo, sospechoso de traición, a la ciudad, se carga a sangre fría a todo bicho viviente que se le ponga por delante, sin ningún miramiento y nada parecido a lo de los tres altos reglamentarios. Deja tan pancho un buen reguero de fiambres a sus espaldas.
Y una curiosidad... no satisfecha. Como estoy leyendo precisamente el “Orient Express” de Mauricio Wiesenthal, ahora ya sé que el mítico enlace ferroviario tuvo su última expedición en 1977, por lo que en la época de la película estaba totalmente activo. Uno de los alicientes para ir siguiendo mínimamente la trama, con muertes y bofetadas de Lino Ventura incluidas, era ver aparecer los famosos coches cama de la Compagnie des Wagons-lits, pues se nombra al Orient-Express desde el primer momento y sabemos que gozará de un cierto protagonismo. La decepción cuando, en una de las últimas escenas, se anuncia la llegada del convoy a la estación y solo vemos, tímidamente, el morro de una anodina locomotora, es grande.
No hay comentarios:
Publicar un comentario