No me cabe la menor duda que “Horizontes de grandeza” (“The big country”, William Wyler, 1958) era una de esas películas cabeceras de lote de las grandes distribuidoras, de las que hacían que el empresario del cine de turno, para pasarlas, debía tragarse, pagando por ellos, cantidad de films que no tenía ni intención de proyectar. Porque era, realmente, de las que cualquier propietario de sala buscaba como cabecera de cartel: un western rodado en Technicolor y Technirama, con, por un lado, grandes espacios entre los que se visualizan dinámicas carretas a caballos en apuros, vaqueros y hasta un numeroso rebaño de ganado; por otro actores como Gregory Peck, Jean Simmons o Charlon Heston (además de una larga retahíla de característicos) y; por último, con música adecuada para acompañar las panorámicas por las praderas y los títulos de crédito (que veo correspondían a Saul Bass).
La sesión se alarga más de dos horas y media, y vive Dios que durante la primera de ellas, comenzando, precisamente desde los títulos de crédito, la he disfrutado aun ahora de lo lindo. Es una gozada ver cómo la imagen de la pradera que envuelve la diligencia abarca toda la amplia y plana superficie de una televisión de las de hoy en día, y ver cómo la diligencia se aleja adentrándose entre los campos hasta llegar a la lejana aldea del valle. O seguir los recorridos de la cámara para captar la grandiosidad de los paisajes y lo pequeños de sus ocupantes y, pese a ello, organizadores.
Pero se me permitirá también decir, aunque resulte una herejía tratándose de uno de los grandes títulos del western, que la cinta adolece luego de todo lo que adolecían estas grandes producciones de Hollywood, y es que casi casi podríamos dejar de verla una vez ya en nuestro poder todo su vistoso planteamiento. Porque desde un principio todo el mundo sabe que Gregory Peck, por mucho que quede como un cobarde en varias ocasiones, demostrará ser el más valiente de todos, de la misma forma que donde esté Jean Simons como personaje, ya puede apartarse la en principio más protagónica Carroll Baker.
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