Festival D’A en Filmin. Sí. Se hace simpática la película de Kiyoshi Kurosawa, “To the ends of the heart” (2019), ya muy alejada de sus inicios en el fantástico.
En ella, una presentadora japonesa se desplaza con un equipo de ese país por Uzbekistán para hacer unos reportajes anodinos, bastante ridículos, sobre el país. Las escenas de cómo, al acabar los horarios de los casi surrealistas rodajes, se adentra solitaria, a su aire, con sus miedos, en ese mundo para ella tan diferente, me han parecido muy logrados.
Un autobús urbano la deja junto a una zona monumental de Samarcanda, pero ella se encamina hacia el bazar, donde se asusta cuando le cogen del brazo para venderle algo. Va anocheciéndose, se pierde... En varios momentos cruza con frecuencia esas amplias avenidas -sorprendentemente repletas de tráfico- construidas por los soviéticos, saltando las vallas de sus extremos y parte central. Te parece estar haciendo tú el viaje. En todos los casos llega deslomada al hotel, y se desploma sobre la cama.
Está, de hecho, sola, pues el equipo con el que rueda le es bastante ajeno. Y las comunicaciones con su novio, en Japón, son difíciles.
Lo que son las cosas, lo que debe ser el clima emocional de la película, tras recorrer ella con una cámara el mercado de Taskent, aunque me parece que es lo más altamente valorado, a mí es lo que se me ha hecho más largo, un poco pesado y, si se me apura, lo peor interpretado, dándome la impresión de que se recalca innecesariamente un mensaje ya evidente.
Pero el colofón final, superado también otro episodio melodramático, me ha devuelto a la película y a su convincente sencillez inicial.
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