Elia Suleiman, el observador, como en un cuadro de Friedrich. |
Por fin he visto “It must be heaven” (2019) y ya puedo seguir asociando con conocimiento de causa a Elia Suleiman con Jacques Tati, Otar Iosseliani y ahora hasta un poco a Roy Andersson. La primera buena noticia es que es de esos cineastas que te muestra, pero que deja que seas tú el que vayas descubriendo.
La segunda buena noticia, y un gusto en esta época, es que es de los escasísimos cineastas que dice sus cosas utilizando el humor, y no un humor sobado o chabacano. En una entrevista aparecida en un Les Inrockuptibles de diciembre, con motivo del estreno en Paris de esta película , Elia Suleiman le decía a Jean-Baptiste Morain esto para acabar de una vez por todas con ese razonamiento de que siendo palestino debe hacer la esperable película miserabilista, que denuncie directamente la situación del pueblo palestino y para explicar lo que lleva su humor consigo: “Creo, en lo más profundo de mi corazón, que el placer puro es político”.
En el balcón de su casa de Nazaret. |
Ya de buen principio, viendo los encuadres seleccionados para la pantalla panorámica de la película, te das cuenta de que vas a ver el resultado de una buena planificación. Elia Suleiman interpreta a su propio personaje y en unos pocos planos tenemos rápidamente en la cabeza la distribución de su casa de Nazaret. Se trata de un personaje solitario, que mantiene inmaculada su casa, cuida sus plantas y, sobre todo, observa la actividad circundante con suma atención.
Los miedos del pasajero al oír unos ruidos extraños en el avión. Que tire la primera piedra quien no los haya sentido nunca. |
Los espectadores seguimos las observaciones del mundo inmediato a ese circunspecto, siempre callado, personaje. Vemos el trajín de ese vecino con el limonero, esos policías que miran por prismáticos pero no saben ver lo que tienen más próximo o bien oímos la fantástica historia que explica ese otro viejo vecino.
La policía parisina, midiendo una terraza de café. |
Pero, y ahí está la novedad de este “It must be heaven”, el cineasta Elia Suleiman de la película va también a París y Nueva York, donde, aparte de oír cómo le recriminan que su guión “no es lo suficientemente palestino”, puede observar también -y nosotros con él- tanto los tópicos (el desfile de bellezas parisinas o todas esas norteamericanas llevando a cuestas sus escopetas) como constatar que estamos ante sociedades bastante enfermas, con métodos muy desenfocados para combatir la enfermedad (y aquí se podría hacer mención a escenas que muestran continuamente una sociedad vigilada y tutorizada).
La lucha por las sillas alrededor de la fuente del jardín del Palais Royal. |
Entre las observaciones de nuestro hombre, en esta ocasión en su medio palestino, hay una imagen muy atractiva. Vemos como una mujer transporta unos barreños con agua de un lado a otro empleando un mecanismo muy singular, que para Suleimán define perfectamente a Palestina. En la entrevista, Suleimán explica cuál es su punto de partida: “El desafío de fabricar una imagen pura que tendría todas las significaciones al mismo tiempo”.
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