sábado, 26 de mayo de 2018

Visages villages

El cartero ¿de Bonnieux?
Los amigos con los que he ido a ver "Visages, villages" (Agnes Varda, JR, 2017) se han enfadado un poco conmigo cuando les he soltado mi sentencia saliendo del cine: "En algún momento me ha recordado a los anuncios de compresas de Isabel Coixet, pero está bien".
La última habitante del grupo de casas de mineros, emocionada.
A continuación me han llovido críticas por mi carácter extremadamente cínico, recalcando entonces ellos los valores positivos -por otra parte evidentes- de la película, como ese dinamismo de una realizadora que sigue haciendo sus juveniles films a una edad que ya no es precisamente juvenil, esa mirada a la fugacidad de las cosas (con por ejemplo su retrato de Guy Bourdin efímeramente visible en un búnker alemán caído a la playa desde un acantilado de Normandía), su constancia en el (amable pero firme) combate feminista, etc.
El retrato que le hizo Agnes Varda a Guy Bourdin, en el búnker caído.
Para congraciarme, yo he añadido al saco de las bondades otros cuantos elementos que hacen decantarse claramente la balanza hacia uno de sus lados, como esa incitación a la visita de varios lugares que quiero precisamente visitar o ese mantenimiento del plano bastante más que lo normal sobre la cara de uno que se prejubila precisamente ese día, y que a la pregunta sobre qué va a hacer el día siguiente dice algo así como que no sabe, que es consciente de que va a dar un salto en el vacío.
La tumba de Henri Cartier-Bresson, entre la lavanda. Al lado, la de su mujer, Martine Franck. No es una imagen del film.
Los dos autores, con sus gafas oscuras y pelo de color, delante de una cabra a la que, desgraciadamente, el cuadro ha cortado sus cuernos


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