Es curioso ver cómo Jonas Mekas filma y luego presenta en la pantalla de la misma forma a sus amigos del underground neoyorkino que a su familia y amigos lituanos. Todo ello forma parte de sus inmensos, de fabricación constante, diarios. Pero "Reminiscencias de un viaje a Lituania" (1972), que pasaron ayer en el ciclo Mirades de Documental del BEC (Barcelona Espai de Cinema), tiene una serie de características que la hacen de lo más especial en toda su obra.
Por un lado, es muy significativo ese planteamiento de hacer una pieza separada de todos los fragmentos que en ella aparecen. Por otro lado, no en balde se trata de la filmación de su retorno, veinticinco años después de salir huyendo del nazismo, a su país de origen.
Este hecho la convierte en una de sus películas más emotivas, planeando eso por encima de todo su estilo habitual, con sus tomas hechas por una cámara de lo más expresiva en busca de captar el momento, moviéndose fuera de lo establecido por los cánones, con ese peculiar método de montaje acelerado, por no decir sus líricas expresiones y brindis en la banda sonora.
Uno de los momentos más singulares nos presenta a Mekas sorprendiéndose, valorando el tamaño actual de los campos y de las máquinas recolectoras en la colectivizada Lituania. Parece un niño haciendo poesía.
Todo ello se le acepta y valora a él, que ha hecho de sus diarios filmados su forma de vida, por su singularidad, constancia y sinceridad. No se toleran imitadores, porque la copia del estilo Mekas puede ofrecer -de hecho ya lo ha hecho a lo largo del tiempo- resultados de lo más indigestos.
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