La escena inicial, tan cinematográfica, con ese atípico árbol ahí en medio, chupando plano. |
Sin recordar absolutamente nada de la visión previa, que me había dejado un fatal recuerdo, me he obligado a ver el "Partner" (1968) de Bertolucci en la Filmoteca, proyectada ayer dentro del ciclo "Mayo del 68. Pierre Clementi y otros iconos". Si alguien previamente me preguntaba por ella le contestaba con una frase hecha: "Nada, una impostura, una copia descarada y fallida de Godard".
Es verdad que Godard ya había hecho "La chinoise" (1967) y que alguna que otra escena tiene un discurso que puede recordarla parcialmente, pero al margen de los colores de la bandera del Vietnam y los correspondientes letreros aupando a un Vietnam libre que se ven por todo su metraje, muy poca cosa del estilo de Godard he apreciado en esta ocasión. Es curioso, pero una escena en que surgen varios chistes me ha recordado en cambio mucho más al "Dante no es únicamente severo" de Esteva y Jordá.
Enseñanzas no tan literarias, o teatrales. |
Empieza la película, además, con una escena muy cinematográfica, con Pierre Clementi vigilando desde la cristalera de un bar un portal. Entre las páginas del libro que lee vemos que esconde una pistola, lo que te da idea de cuál es su cometido. La escena siguiente, en el piso del edificio de enfrente, también está resuelta con planos en movimiento cercanos, nerviosos, de esos que hacían por esa época que el cine tuviera un poder altamente cautivador. Pero desgraciadamente ese no es el tono general de la película, que camina por otros derroteros, cercanos a la farsa, al desarrollo alocado de ciertas situaciones, así.
Pierre Clementi, construyendo alrededor suyo un muro de libros. |
Pierre Clementi es el partner, el doble de Pierre Clementi y eso, además de poder dar pistas sobre un cierto esquizo, sobre una personalidad dividida, permite mostrar argumentalmente su suplantación en las clases de literatura, en acciones con un grupúsculo poético, en momentos en los que, hablando de teatro, se puede llegar a distinguir dos o tres mensajes "serios", lejos del tono alocado, aparentemente surrealista, general del film. Por ahí entraría Artaud, la necesidad de apartar todas las máscaras, pero también la forma de montar un cóctel Molotov, escenificada en clase.
La vendedora de detergentes (de diversas marcas bien reales), elemento purificador donde los haya, en casa de Pierre Clementi. |
Quizás haya sido, tras ver aparecer al Ninetto Davoli de Pasolini, con las escenas con una preciosa Tina Aumont cargada de cubos de detergente, carcomida por el consumismo, cuando verdaderamente he abandonado mi barrera ante la película, y me he dejado llevar por ella, viéndola como una traca inmersa en lo que se dio por llamar el espíritu del 68, que -y hasta, así mirado, puede verse con simpatía- hace notar el sinsentido de todo por lo que nos arrastramos.
Para algo así podía servir también, aunque en realidad no llegara nunca a hacerlo, el cinema. Dicho de esta forma, en italiano.
Contemporaneizador pues, sereno en vez de alterado como esperaba por esa película que antes se me había atragantado, he culminado, signo de amor evidente, mi solicitado sacrificio y me he ido, creo que generoso, resignado, si bien en el infortunio, a casa.
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