Aún sin ese gesto de ir cerrando la puerta, una barrera existe siempre en esa habitación entre ambos, que apenas la franquean. |
La única foto que he encontrado del hotel parisino a la que van a parar esa pareja considerada perfecta que llega de Lisboa para asistir a la boda de unos amigos es una captura no muy buena que alguien dejó por la red. Aunque no se vea muy bien, la pongo por aquí: Valeria Bruni-Tedeschi está en ella cerrando la puerta que separa su habitación del estar de la suite, en donde han puesto un plegatín para que duerma en él su marido.
Con la puerta abierta o cerrada esa barrera entre los dos existe y se hace presente siempre, porque la pareja de "Un couple parfait" (Nobuhiro Suwa, 2005, pasada completando ayer en la Filmoteca su retrospectiva del Festival d'A), pese a que les cueste creer a sus amigos, está iniciando un proceso de divorcio. La película sigue y evidencia ese desencuentro entre los dos, más allá de ese muro separador. Nada más empezar, acompañando los títulos de crédito, los vemos, como pasaba en "M/other", juntos pero ajenos el uno del otro, en el taxi que los acerca al hotel, todas las ventanillas cerradas, viendo nosotros más el exterior reflejado en los vidrios del coche que a ellos dos en si interior (segunda foto).
Más reflejos exteriores que vida en el interior del coche. |
A partir de ese instante, aunque acudan juntos a algún sitio, una barrera de algún tipo nos indica cuán lejos se hallan entre sí. La perfección formal de Suwa refleja muy bien eso en los encuadres que va presentándonos para que sigamos la acción. El film también sigue a ambos (sobre todo a ella) en sus salidas por su cuenta. En todos notamos que un proceso doloroso, que no deja indiferente, está en curso. Planos siempre de una marcada elegancia, sólo muy de tanto en tanto rematados con dos o tres notas sueltas de piano.
El personaje de Valeria Bruni Tedeschi, aquí separado por muro y luz. |
Para ahondar aún más en ello es remarcable sobre todo la escena de la primera visita de ella al museo Rodin, donde oímos un texto de Rilke muy pertinente, pues de alguna manera ella se identifica con la interrogación que contiene sobre a dónde la llevará el futuro.
Elegancia, pero también poder de observación y precisión, he detectado en Suwa, como atestiguan esos pasos zigzagueantes, producto evidente del alcohol, de todos los asistentes a la fiesta de la boda, por ejemplo, en una escena que le sirve para emparentarse con un cine europeo como el de Jacques Doillon, un realizador aquí haciendo de actor que, por cierto, en tiempos también cuidaba en extremo sus encuadres.
A la salida del cine no, pues prevalece entonces el comentario exaltando una u otra secuencia, a tal o cual actriz, tapándolo todo. Pero luego, ya casi llegando a casa, me ha entrado una cierta tristeza, posiblemente por los pasos no dados, por todos los trabajos de amor perdidos, como titulaba Marcos, de una forma tan sentida, su espléndida crítica de "El Sur" para aquel periódico de no muy larga vida, "El observador". Yo ya me entiendo.
La posible amiga nocturna de la pareja. Ella ahí, totalmente expuesta a nuestras miradas, abierta. Él, semiescondido en su butacón. |
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