Ayer por la tarde hacia un día radiante. La lluvia había limpiado del todo el aire, dejando un cielo de un azul luminoso y unos contrastes de colores preciosos, que pedían a gritos ser disfrutados. Eso hacia más cuesta arriba entrar en el cine a ver la agonía de "Mrs. Fang" (Wang Bing, 2017), que pasaba en el Festival D'A, y más sabiendo que bastantes de los que la habían visto le ponían reparos, creo que de tipo moral, cuestionando la labor del cineasta reflejando sin pausa el final de una enferma de Alzheimer.
Unos cuantos, no muchos, vencimos esas reticencias, seguramente porque casi todos habíamos visto alguna de sus películas anteriores y nos costaba creer que hubiera con ésta contrariado su honesta postura habitual. "Mrs. Fang" se hace muy dura por momentos, captando el rostro de la mujer paralizada con la boca abierta, mirando no se sabe qué, pero no veo que se le pueda acusar en absoluto a Bing de morboso. Resuelve muy limpiamente la escena del momento final, que temía enormemente fuera captada tal cual, y hasta se permite lo que podría ser considerada una coda poética, si es que la barca de Caronte tiene peso cultural en Oriente.
La primera secuencia nos muestra por junio de 2015 a Mrs. Fang. La presencia de la televisión (mediante su sonido) ya se hace notar desde ese momento, como lo hará posteriormente casi siempre. Ella, pasando por delante suyo, la mira, pero su aspecto desorientado nos explica que el Alzheimer se ha cobrado ya varías victorias sobre ella.
El siguiente plano es en la misma pieza, pero ella ya está postrada en su cama, sin poder hablar ni tragar. Un letrero nos informa que hemos dado un salto hasta junio de 2016. Muchas de las conversaciones de la familia que la acompaña versan entonces sobre si será consciente de su presencia, si les reconocerá o no. Entre unos y otros Bing introduce por algún resquicio su cámara (que llevan siempre a mano) para captar prolongados planos de la mujer, quizás intentando llegar a entender algo de lo que pasa por su cabeza, que se hacen insoportablemente realistas. Sólo faltaría, para trasmitir la sensación de estar allí con ella, el que llegasen también los inevitables olores.
Creo que Wang Bing ha sido consciente de la dureza de su propuesta, ofreciendo un metraje mucho más corto que lo que nos tiene acostumbrados. Introduce también alguna escena que nos permite respirar un poco, saliendo de la casa y habitación de la enferma. Uno de estos recesos se produce con motivo de un fuerte aguacero, que azota la calle del lugar donde está la casa de Mrs. Fang. Una calle de la que una especie de soportales no alejan la impresión que te da de haber ido a caer al culo del mundo. Otro con la pesca nocturna que unos parientes ensayan en unas aguas que tienen toda la apariencia de insalubres.
Pero los planos más frecuentes, no nos engañemos, son en el interior, frente a la cama y cara de la enferma, que en alguna ocasión Wang Bing encuadra dejando ver que está vestida con un chandal mostrando grandes letras con su marca: "Fashion". Ella tomada directamente o bien con registro de los familiares que pasan a verla, discutiendo dónde enterrarla y cosas así. Uno, rápido, se pregunta si el leve movimiento que emite su brazo es signo o no de que ha captado lo que se discute delante suyo.
Al salir aún es de día, aunque ya va apagándose. Una cierta excitación preside los corrillos que se forman entre los espectadores de la sesión. Oigo de boca de un cineasta valorar, emocionado, que Wang Bing le siga dando ánimos para salir a no importa nunca dónde con su cámara, sabiendo que hay por ahí muchas historias que le están esperando. Bing te da siempre la impresión de estártelas contando con la limpieza y frescura de una primera vez, aunque conozcas bien la que toque porque te haya destrozado previamente por dentro.
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