viernes, 22 de diciembre de 2023

Uno Rojo división de choque


Veía “Uno Rojo, división de choque” (Samuel Fuller, 1980) como un “Hazañas Bélicas” más del director. Pero me la pasé ayer (grabada en Movistar de TCM; está también por Filmin), y no es que no esté llena de bromas chuscas y bravuconas, de efectismos sin fin, pero alguno de estos efectismos me hicieron verla al completo y hasta apreciarla.
El primero es ese inicial de un caballo loco, coceando entre las trincheras de la primera guerra mundial, visto en blanco y negro, al sargento (Lee Marvin) que luego, con sus cuatro cachorros, va a hacer un itinerario (ya en color) por todo el frente occidental de la segunda guerra mundial.

Me imagino a Fuller, que ya debía estar viviendo en Francia, fanfarrón, repartiendo anécdotas de la guerra entre calada y calada de su eterno puro en cualquier fiesta de la capital francesa. Al final, debió hilvanar todas esas -muchas veces increíbles- anécdotas, en las que las tropas norteamericanas reciben el cariño de los franceses y las italianas, y dio estructura a la película, que acaba, cerrando el círculo, pese a la ensalada de fuego mútuo previa, con un sorprendente canto universal al amor entre los habitantes de este mundo. 

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